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martes, 21 de diciembre de 2010

Los extranjerismos deportivos cambiantes según la Nueva Ortografía

El periodismo deportivo ha ido introduciendo en la lengua común multitud de palabras y expresiones de procedencia extranjera, debido sobre todo al hecho de que la mayoría de las disciplinas nacieron y se desarrollaron inicialmente en otros países (de manera destacada el Reino Unido; en las últimas décadas, Estados Unidos; Francia en el caso de disciplinas como la hípica, deportes aéreos, ciclismo o alpinismo; y Japón en muchas de las artes marciales), de cuyos idiomas llegaron para conformar una terminología amplia y variada.

Muchos de estos extranjerismos deportivos son realmente superfluos o innecesarios porque designan conceptos para los que ya existen correspondencias en español (tenis de mesa-ping pong, tie break-muerte súbita, safety car-coche de seguridad, indoor-bajo techo), mientras que otros tantos son necesarios porque se refieren a nuevas realidades (boxes, pívot, croché, melé) o están simplemente muy extendidos entre la población y se han mantenido en su grafía original (maillot, turf, handicap, playoff, set).

Ante esta llegada masiva de extranjerismos para definir nuevas realidades dentro del idioma en general y del lenguaje deportivo en particular, la Asociación de Academias de la Lengua Española, en su esfuerzo permanente por estandarizar la norma y un uso panhispánico del idioma, se ha decantado claramente por la hispanización de cuantos más términos foráneos mejor, teniendo en cuenta tres principios fundamentales: la afinidad fonética, la etimología y el uso.

Así queda plasmado en la recientemente publicada Nueva Ortografía, donde los académicos apuestan por adaptar la escritura originaria de todas las palabras procedentes de otras lenguas prescindiendo de las letras que no tienen reflejo en su pronunciación. Así, por ejemplo, ahora se escribirá yudo (en lugar de 'judo'), mánayer (y no 'manager'), yúnior (en vez de 'junior') o márquetin (y no 'marketing').

En este sentido, la Nueva Ortografía sigue la línea iniciada por el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), que ya recogía la necesidad de adaptar la pronunciación o de la grafía de palabras extranjeras cuando las posibles equivalencias se encaminan a "preservar el alto grado de cohesión entre forma gráfica y pronunciación característico de la lengua española".

Esta adaptación al español se hace por dos vías: o bien manteniendo la grafía original pero con pronunciación y acentuación española (máster, tránsfer) o bien conservando la pronunciación original aun habiendo adaptado la forma extranjera al sistema gráfico español (pádel, esprín).

La Nueva Ortografía también señala que, en el caso de los extranjerismos más extendidos, se podrá mantener la grafía y pronunciación originarias siempre y cuando se escriban con cursiva o comillas para señalar su carácter ajeno a la ortografía del español. No obstante, advierte de que el hecho de que una voz extranjera tenga un uso internacional no significa que haya que bloquear el proceso de adaptación a la lengua española, al que hay que considerar siempre en marcha.

Por todo ello, no es de extrañar que de aquí a unos años la ortografía de muchos extranjerismos sea muy distinta a la que hoy conocemos y que, por ejemplo, sean habituales escrituras como bogui ('bogey'), ápercat ('uppercut') o rali ('rally'), al igual que está ocurriendo, siempre en algunos países más que en otros, con cadi ('caddie'), derbi ('derby'), crac ('crack'), ranquin ('ranking') o ampáyer ('umpire'),

Está claro que el tiempo dará y quitará razones. Entretanto, mientras los académicos se deciden a incluir nuevas voces en los diccionarios, los medios de comunicación seguirán registrando nuevos usos y dando forma a nuevos vocablos importados.

viernes, 17 de diciembre de 2010

José Manuel Blecua, artífice del primer Libro de Redacción de La Vanguardia hace casi 25 años

El recién nombrado director de la Real Academia Española de la Lengua, José Manuel Blecua, llega a su nuevo cargo tras una larga trayectoria como catedrático universitario y académico dedicado al estudio de la Fonología y la Fonética (es de hecho el responsable de este capítulo dentro de la Nueva Gramática de la Lengua Española).

Asimismo, también es un consumado y reconocido experto en el uso del lenguaje en los medios de comunicación. La noticia de su nombramiento nos permite recordar que en su currículum también figura, en un apartado destacado por lo que supuso en su momento, ser uno de los autores del primer Libro de Redacción del diario barcelonés La Vanguardia en el año 1986.

Han pasado casi 25 años desde que el director del rotativo, Francesc Noy, encargó a Blecua y al también profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Juan Carlos Rubio que se ocuparan de la redacción definitiva de la parte del texto dedicada al estudio del idioma (del apartado relativo a la redacción periodística y de la coordinación de la edición se ocupó el periodista y profesor Josep María Casasús).

La confección de este Libro de Redacción fue un hito en la historia de la normalización lingüística de los medios informativos en España, ya que hasta entonces solo habían editado manuales de estilo la agencia EFE y el diario El País. La publicación de esta obra, que curiosamente coincidió ese mismo año con la elaboración del primer libro de estilo de la otra gran cabecera de Barcelona, el Periódico de Catalunya, fue el primer conjunto de normas creadas para un periódico escrito en castellano y publicado en Cataluña, lo que implicó la necesidad de incorporar en él las posibles variantes idiomáticas respecto a otros libros de estilo confeccionados en el ámbito de habla hispana. De ahí su relevancia.

Tal como señala Noy en la introduccción de la obra, "este libro aparece como parte de "una labor metódica y ordenada de articulación y organización de la redacción" y tiene como objetivos "rl diseño y la utilización de criterios racionales y de eficacia profesional adecuados a la transformación que impulsan los progresos tecnológicos y los avances de un ejercicio de la función periodística que responda a las demandas del lector actual".

"Estos propósitos deben concretarse, entre otras cosas, en un manual que, más allá de los límites del clásico libro de estilo, reúna los requisitos de un Libro de Redacción que, además de los problemas de ortografía, morfología y gramática tratados desde la perspectiva periodística, incluya también los textos básicos relativos a la orientación general del diario".

Fernández Beaumont recuerda que con esta obra La Vanguardia se situó en una nueva dimensión de libros de estilo al hacer referencia no solo a normas lingüísticas y redaccionales, sino también a los principios ideológicos que han de inspirar e identificar a todo medio de comunicación. Sin duda, fue un texto que abrió el camino a otros muchos medios de comunicación en lengua española.