El periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez falleció el pasado 31 de enero dejando tras de sí un inmenso legado en sus dos facetas. Conocido sobre todo como articulista de La Nación y colaborador de otros diarios como El País o New York Times, fue maestro de periodistas. A lo largo de su dilatada trayectoria profesional desde sus comienzos como crítico de cine en La Nación a finales de la década de los cincuenta, recaló en decenas de medios de comunicación de América Latina.
La dictadura militar en su país le obligó a exiliarse a Venezuela en 1975. Allí, después de trabajar en El Nacional primero como editor del suplemento literario y luego como adjunto a la dirección, fue fundador del Diario de Caracas, un rotativo que, inspirado en el modelo del diario español El País, apostó decididamente por la incesante búsqueda de la corrección en el uso del lenguaje y por dotar a las páginas de frescura y atractivo visual a través de la diagramación y el uso del color.
Una de sus grandes aportaciones a la historia del periodismo latinoamericano, en su calidad de director de Redacción del Diario de Caracas, fue la confección junto a su compatriota Rodolfo Terragno del Libro de Estilo, Usos y Modos, uno de los primeros libros de estilo de Hispanoamérica que sentó las bases para los trabajos ulteriores desarrollados por otros medios venezolanos y del resto de países del subcontinente.
En ese manual pionero, que sirvió para unificar criterios de redacción y homogeneizar el producto, quedó reflejada una nueva forma de hacer periodismo, basada en la confección de noticias de manera directa y en la interpretación de los hechos, incluyendo los antecedentes para garantizar la profundidad en el tratamiento y, al mismo tiempo, una mejor y más completa comprensión por parte del lector.
Asimismo, postuló un periodismo de calidad, creativo y comprometido con la sociedad. En uno de sus célebres pasajes, Tomás Eloy Martínez y Rodolfo Terragno advierten: "Hay que evitar el dogma, pero no la disciplina. A menudo la flexibilidad -palabra que no goza de prestigio- es esgrimida para disimular la ineficacia o la negligencia. El rigor -vocablo de connotaciones ingratas- es acusado de herir la imaginación y ofender el talento. El periodismo, sin embargo, exige la sociedad de la imaginación, del talento y de ese rigor de mala fama, sin el cual la creatividad se desencuaderna y acaba por perderse".
La dictadura militar en su país le obligó a exiliarse a Venezuela en 1975. Allí, después de trabajar en El Nacional primero como editor del suplemento literario y luego como adjunto a la dirección, fue fundador del Diario de Caracas, un rotativo que, inspirado en el modelo del diario español El País, apostó decididamente por la incesante búsqueda de la corrección en el uso del lenguaje y por dotar a las páginas de frescura y atractivo visual a través de la diagramación y el uso del color.
Una de sus grandes aportaciones a la historia del periodismo latinoamericano, en su calidad de director de Redacción del Diario de Caracas, fue la confección junto a su compatriota Rodolfo Terragno del Libro de Estilo, Usos y Modos, uno de los primeros libros de estilo de Hispanoamérica que sentó las bases para los trabajos ulteriores desarrollados por otros medios venezolanos y del resto de países del subcontinente.
En ese manual pionero, que sirvió para unificar criterios de redacción y homogeneizar el producto, quedó reflejada una nueva forma de hacer periodismo, basada en la confección de noticias de manera directa y en la interpretación de los hechos, incluyendo los antecedentes para garantizar la profundidad en el tratamiento y, al mismo tiempo, una mejor y más completa comprensión por parte del lector.
Asimismo, postuló un periodismo de calidad, creativo y comprometido con la sociedad. En uno de sus célebres pasajes, Tomás Eloy Martínez y Rodolfo Terragno advierten: "Hay que evitar el dogma, pero no la disciplina. A menudo la flexibilidad -palabra que no goza de prestigio- es esgrimida para disimular la ineficacia o la negligencia. El rigor -vocablo de connotaciones ingratas- es acusado de herir la imaginación y ofender el talento. El periodismo, sin embargo, exige la sociedad de la imaginación, del talento y de ese rigor de mala fama, sin el cual la creatividad se desencuaderna y acaba por perderse".
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