miércoles, 14 de enero de 2015

Una toponimia de club

Los medios deportivos al ofrecer cobertura de los campeonatos internacionales más relevantes tarde o temprano se encuentran con importantes dudas a la hora de resolver, de forma adecuada y coherente, la escritura de los topónimos extranjeros, los nombres de las ciudades y países sede de las competiciones y, muy especialmente, las denominaciones de clubes extranjeros que incluyen la ciudad de la que proceden. ¿Decimos Bayern de Múnich, Bayern Munich o Bayern München?

Si bien la Ortografía de la lengua española, acordada y publicada por la Asociación de Academias de la Lengua Española en 2010, indica que los nombres de estas sociedades deportivas foráneas han de escribirse con el topónimo tradicional en español o exónimo, traducido a nuestro idioma desde hace años (Partizan ¿o Partizán? de Belgrado, Juventus de Turín, Olympique de Marsella o CSKA de Moscú; Oporto en lugar de Porto, Friburgo en vez de Freiburg, Nuremberg mejor que Nurnberg o Bolonia en vez de Bologna), la redacción periodística no se corresponde siempre con los dictados académicos.

De hecho, cada vez es más común leer informaciones en los medios deportivos especializados en las que se opta de forma clara por los topónimos originales, esto es, tal como se escriben en sus respectivas lenguas. Así, es muy frecuente leer Napoli en detrimento de Nápoles, AS Monaco y no Mónaco (españolizado con tilde), Paris Saint Germain (muy pocos ponen el acento gráfico a la capital francesa al referirse al club, aunque la mayoría prefiere, para abreviar, la sigla PSG) o Basel por Basilea.

Menos habitual incluso es encontrar en algún texto noticias o crónicas con referencias al Gotemburgo (en todo caso será el Göteborg, que es el nombre del equipo de esta ciudad sueca, escrito con diéresis en su grafía original), al Eintracht de Fráncfort (Eintracht de Frankfurt), menos aún al San Pablo, tal como se denomina en algunas zonas del español suramericano a Sao Paulo, o al Maguncia (pese a que esta es la variante tradicional, al equipo se le conoce como el Mainz).

Existen, además, casos muy singulares en los que algunos medios –una minoría- llegan a decantarse a favor del topónimo en español aunque el nombre oficial del club no refleje siquiera el de la ciudad en su propio idioma. Tales son los casos de Genoa o Milan, entidades deportivas fundadas por británicos (Genoa Cricket and Football Club y Milan Cricket and Football Club, respectivamente), que ocasionalmente aparecen mencionados como Génova (el exónimo de Genova, sin tilde, en la forma original italiana) o Milán (el topónimo original es Milano, como el Internazionale di Milano, que pasa a decirse en nuestro idioma Inter de Milán).

Cuando han transcurrido casi cuatro años desde la publicación de la referida obra académica, lo cierto es que el seguimiento que el periodismo hace de las normas ortográficas es muy desigual. Concretamente en lo que se refiere a los topónimos extranjeros, muy pocos son los que escriben Catar (se ha escrito hasta hace muy poco Qatar) o Bangladés (Bangladesh), no hay consenso a la hora de hacerlo con Shanghái (con tilde, opción recomendada por la Academia, pero muchos siguen prefiriendo Shanghai) o con Zúrich/Zurich, ni menos aún con Bosnia-Herzegovina, que, según el caso, también puede mostrarse como Bosnia y Herzegovina o como Bosnia-Hercegovina. Esta realidad se hace aún más evidente en el caso de los nombres de los equipos de fútbol, sobre todo de aquellos en los que el lugar donde radican no cuenta con un exónimo asentado históricamente.

La Ortografía, no obstante, hace la siguiente salvedad: “Cuanto mayor es la magnitud del referente geográfico del topónimo, mayor es la frecuencia de uso de este, que tiende a adoptar y fijar una forma española ya sea por traducción o por hispanización de su grafía. Para los topónimos menores, a los que se alude solo ocasionalmente, suele mantenerse la forma forastera original”.

Igualmente, añade que “la rapidez con la que se amplía nuestro conocimiento del mundo, la urgencia en la difusión de noticias y los continuos cambios geopolíticos contribuyen a la puesta en circulación de un gran número de topónimos cuya presencia en el uso se supedita a la vigencia de la información con la que están relacionados”.

No parecería adecuado, por tanto, dejar de escribir el nombre original de un club deportivo en estos casos y en otros en los que su uso sea mayoritario, porque optar por la castellanización sin más podría en cierto modo dificultar su identificación por parte del lector; le obligaría a traducir o interpretar una referencia que es común dentro del ámbito más especializado de este tipo de periodismo, que es la más utilizada por jugadores, técnicos y aficionados, y que es la que comparten webs oficiales y medios de comunicación internacionales.

Aunque la Academia se esfuerza por fijar una norma que sea lo más uniforme posible en este terreno, se trata de un asunto muy complejo donde alcanzar un acuerdo general resulta imposible porque no todos los nombres son iguales. En cada circunstancia particular, el medio ha de adoptar una decisión para elegir la opción que considere más ajustada a la historia y la tradición de cada idioma y de cada país y, sobre todo, deberá dejarse guiar por el uso de toda la vida en la mayoría de los casos.

(Artículo publicado originalmente en Sphera Sports el 30 de abril de 2014)

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