Pasados unos años, tres desde la creación de este blog, el denominado 'periodismo deportivo de calidad' ha pasado de ser un mero distintivo diferenciador y medidor de los contenidos que se vierten al público en esta área informativa hasta situarse en el centro del debate habitual entre aficionados y convertirse, además, en una materia de estudio de creciente interés entre un número cada vez mayor de profesores e investigadores en diferentes países.
Preocupan y mucho las disfunciones lingüísticas que se producen en este tipo de periodismo, como el abuso de voces extranjeras y neologismos innecesarios, traslados semánticos erróneos, la incitación a la violencia a través de términos extraídos de la jerga militar-belicista, la degeneración de formas coloquiales en vulgarismos, la implantación de los clichés o la introducción de elementos sexistas en el discurso periodístico.
Otros estudios recientes apuntan a cuestiones éticas que son manifiestamente mejorables como el escaso número de fuentes empleadas, la confusión permanente entre información y opinión o la parcialidad informativa. Igualmente, despiertan la atención en este campo aspectos como la introducción de elementos pseudoperiodísticos y una progresiva trivialización de los contenidos, que a veces tienen más de espectáculo que de información, que a veces son más propios del marketing que del periodismo.
Teniendo en cuenta todo ello, podemos afirmar que la consecución de la calidad en el periodismo deportivo ha de cimentarse en tres pilares fundamentales: un uso correcto del lenguaje para transmitir de la mejor forma posible las noticias al público, una consolidación de los estándares éticos en la profesión y una mejora y diversificación de los contenidos, de forma que estos se ajusten más a la realidad multideportiva existente y a criterios de selección y jerarquización más noticiosos que mercantilistas, más acordes a los logros de la competición que a la cuenta de resultados de las empresas.
Para avanzar en este sentido es preciso que tanto los medios de comunicación como los profesionales que en ellos trabajan se autorregulen más, de manera que se favorezca la construcción de códigos de conducta profesional que se rijan por estándares éticos y se aumenten y mejoren los controles de calidad idiomática de los textos. Por ello, planteamos la idoneidad de hacer extensivo al periodismo deportivo la aplicación de una serie de indicadores para la consecución de un periodismo de calidad.
Entre las propuestas realizadas en este sentido en los últimos años en el ámbito hispanohablante, cabe reseñar la propugnada en el año 2006 por la Fundación Prensa y Democracia (PRENDE) en México, que estableció ocho principios de actuación, tanto los que dependen directamente del trabajo del periodista como los que dependen de su entorno.
Por una parte, este estudio fija como prioridad la transparencia en los procesos de construcción y procesamiento de la información; la verificación y contextualización de los datos y la información; la investigación; y la creación de espacios de comunicación horizontal entre los periodistas y sus directivos. Por otra, apunta a la aplicación de códigos de ética profesional; respeto y preservación de derechos fundamentales; separación entre los contenidos informativos y la publicidad; y mecanismos de contrapeso a los medios para garantizar el derecho a réplica como, por ejemplo, la figura del ombudsman o defensor.
Además, se señala el libro de estilo como una herramienta que puede facilitar a un medio de comunicación la aplicación de estos principios, ya que, además de incluir orientaciones para uso correcto y unificado del idioma, contiene y da a conocer pautas para el manejo de fuentes (confidenciales o no), tratamiento de citas textuales y formas de atribuir la información, así como la corrección y admisión de errores en lo que constituye un ejercicio de transparencia con el público al que se dirige.
Otros indicadores aplicables al periodismo deportivo son los que recoge el método VAP (Valor Agregado Periodístico), desarrollado desde hace más de veinte años en la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Argentina. El VAP, cuyas conclusiones quedaron recogidas en 2011 en un libro, diferencia entre proceso y producto periodístico y establece una serie de indicadores en las dos etapas de concepción del texto periodístico: la selección de la noticia y su creación.
Así, entre las variables de la medición de la calidad en el proceso de selección, se encuentran la capacidad del redactor para discriminar entre diferentes acontecimientos noticiosos, la originalidad de la pauta informativa de cada medio, el número y las tipologías de fuentes utilizadas o el equilibrio informativo interno entre protagonistas y antagonistas.
En cuanto al proceso de creación, sobresalen los indicadores de estilo, que agrupan a acciones relacionadas con el dominio del lenguaje y la creatividad en la construcción de la pieza informativa, los rasgos de contextualización realizados por el periodista para narrar el hecho y los indicadores de énfasis, que recorren el punto de vista adoptado por el narrador para exponer lo sucedido.
La aplicación de estas propuestas en el estudio del periodismo deportivo podrá darnos una medida fiable del grado de calidad de los contenidos que se emiten en este campo informativo y fijar así con claridad unos principios generales de actuación, que posteriormente deberán amoldarse con la suficiente flexibilidad a cada caso y a la circunstancia idiomática de cada país, y cuya aplicación permitirá a los medios ofrecer a sus lectores un producto más responsable, riguroso y creíble.
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