La Univ. de Alicante acogió las jornadas 'Lenguaje y Deporte'. |
La Universidad ofrece valiosas oportunidades para llevar a cabo iniciativas de carácter interdisciplinar que sirven para poner en contacto a profesionales y grupos de docentes e investigadores de diferentes áreas de conocimiento, departamentos y facultades, como, en el que caso que nos ocupa, de Lengua Española y Periodismo. La Universidad de Alicante ha celebrado las XVII Jornadas de Estudios de Lingüística, un foro de debate enriquecedor que ha servido para la puesta en común de aproximaciones diversas, desde las más teóricas hasta las más empíricas, al fenómeno del lenguaje del deporte.
Las jornadas fueron un ejemplo de la potencialidad que ofrecen las aulas académicas para establecer sinergias y afrontar nuevos estudios desde perspectivas nuevas y múltiples enfoques. Al fin y al cabo, los filólogos y los periodistas no estamos tan lejos, pero deberíamos estar más cerca; debemos seguir aprovechando la oportunidad que nos ofrece la Universidad para abordar estudios innovadores desde la transversalidad y, al mismo tiempo, desde la especialización.
Fruto de este acercamiento interdisciplinar hubo propuestas muy interesantes y necesarias como la de la profesora María del Carmen Méndez (Universidad de Vigo) sobre la posibilidad de elaborar un diccionario específico de sinónimos del lenguaje periodístico deportivo a partir de la multitud de creaciones léxicas que existen, pero que están dispersas, sobre las cuales existe poco consenso en su uso porque en su mayor parte no están recogidas en diccionarios o, incluso cuando aparecen, lo hacen sin marca propia de Deportes que ayude a situarla en un contexto adecuado para su empleo.
El hecho diferencial y sobresaliente del lenguaje deportivo se abordó desde múltiples enfoques y aspectos: impropiedades léxicas, neologismos, variaciones discursivas, cuestiones gramaticales, coloquialismos, frases hechas y tópicos, lenguajes sectoriales y jergas, diccionarios terminológicos, la interrelación con otros discursos como el económico o el político, el lenguaje como vehículo de enseñanza o los extranjerismos.
Sobre esta última cuestión, expongo a continuación algunos extractos de la ponencia que ofrecí sobre criterios de uso (y para evitar el abuso) de las palabras extranjeras en el lenguaje periodístico del deporte:
. La información deportiva es, junto con la que versa sobre moda, el área periodística donde más proliferan los extranjerismos. Se trata de una importación continua e inevitable por el origen foráneo del sport o deporte reglamentado moderno y porque hay palabras para las que no siempre hallamos con facilidad un sustituto en nuestro idioma. Aunque esto no justifica en ningún caso el abuso que se pueda cometer de estas voces extranjeras, sí favorece que se utilicen.
. Si bien el significado de muchas palabras y expresiones deportivas extranjeras ha evolucionado a lo largo de la historia incorporando nuevas acepciones, el uso periodístico no siempre se ha correspondido con su etimología ni con muchas de las definiciones registradas en diccionarios. Estas discordancias han producido que muchos vocablos abandonen su sentido primigenio para abrazar otros nuevos o que convivan los unos con los otros dando pie a interesantes debates entre lo que se considera impropiedad léxica y lo que ya está aceptado.
. De cualquier forma, conocer la gestación y el desarrollo de estas palabras ayuda a conocerlas, a usarlas mejor y a no cometer errores no forzados. Así, no nos dejaremos por las apariencias (handball es un vocablo alemán, no inglés; o footing es un falso anglicismo), veremos cómo amplían su significado al pasar de un deporte a otro (derbi, de turf al fútbol y de ahí al resto de deportes de equipo; o hat-trick, del críquet al fútbol), evitaremos impropiedades léxicas (hooligan es ultra, hincha violento o pendenciero, no todos los seguidores británicos lo son) como falsos amigos (consistente en inglés es regular pero en español es resistente, doméstico no es nacional, calificación no equivale a clasificación).
. ¿Forma original o adaptada? Existe una gran tradición de hispanización de términos extranjeros no solo recogidos en los diccionarios, sino extendidos en el uso de la población (de sparring a esparrin, sprint-esprín o slalom-eslalon). Los académicos abogan por la hispanización prescindiendo de las letras que no se pronuncian (yudo en vez de judo o ampáyer en lugar de umpire). Pero en el ámbito periodístico hay disparidad de criterios y coexisten pares como rally-rali, derbi-derby o ranking-ranquin. Unos siguen los dictados académicos y otros no.
. Los criterios son cambiantes en función de la modalidad deportiva de que se trate y de la latitud del español. Encontraremos cómo una misma posición en el campo o una misma circunstancia del juego derivada del reglamento recibe nombres diferentes según sea el país donde se haya escrito la crónica.
. En deportes de gran tradición como el boxeo la hispanización es casi total (cuadrilátero, campana o asalto por ring, gong o round, respectivamente), mientras que en fútbol la adaptación de voces extranjeras presenta variantes entre España y América (penalti-penal) y en otras modalidades mediáticas como los deportes de motor prevalece el empleo de extranjerismos (pit lane, safety car, drive through, warm up).
. En el golf se ha producido la hispanización de palabras (chipear, dropear, cadi). Sin embargo, los medios siguen optando por voces originales en inglés (green, tee, swing, drive), justificadas casi siempre porque no desplazan a palabras en español. Algo similar ocurre en baloncesto, donde multitud de términos se han hispanizado (alero, escolta, tapón, rebote o bandeja) mientras se siguen importando anglicismos made in NBA (draft, pick and roll, rookie).
. Lo que sí parece más claro es cómo hay que escribir un extranjerismo. Según la nueva Ortografía de la lengua española (2010), deberán ir en cursiva o en comillas simples aquellas voces que no se hayan traducido ni adaptado a nuestro idioma. Aun así existe poca uniformidad en el uso periodístico y hallamos pares como flánker-flanker, transfer-tránsfer o handicap-hándicap.
. ¿Pero entonces cuáles son los criterios que debemos seguir los periodistas deportivos? Debemos partir de la corrección idiomática, pero también garantizar la eficacia comunicativa, esto es, procurar que nuestros mensajes lleguen y se entiendan.
1) Discernir entre necesarios y superfluos. Son necesarios y bienvenidos si llegan para definir de forma precisa una nueva realidad o para cubrir algún vacío o laguna existente en español (alley oop, paddock o pádoc, pádel), mientras que se consideran superfluos si ya existen equivalencias en nuestro idioma para referirse a un mismo concepto o regla de juego (indoor, flopping, stop and go, rookie). Para ello es preciso consultar los diccionarios y otras obras de referencia como los libros de estilo.
2) Pero en muchas ocasiones una palabra o expresión de procedencia extranjera en una modalidad deportiva determinada está más asentada en el uso de común de periodistas y ciudadanos que la propia equivalencia en español, que no ha calado por no resultar convincente a pesar de ser una propuesta académica (se escribe mucho más judo que yudo o rally que rali; casi nadie llama tablanieve al snowboard o esqueleto al skeleton). Por tanto, una voz foránea puede estar justificada en supuestos en los que la correspondencia en español no está clara ni goza del consenso necesario para que los medios la adopten y se proyecte a los ciudadanos.
3) Todo ello demuestra que la elección entre una palabra extranjera y otra en español habrá de realizarse a partir de tres criterios decisivos: lo extendido de lo uso en la población, la economía del lenguaje (una palabra, a menudo corta, en inglés a veces necesita ser explicada con varias e incluso una frase en español) y el sentido común: no merece la pena forzar una correspondencia en español para una voz extranjera que define a la perfección un concepto ya extendido entre usuarios de una disciplina deportiva o cuando su paso al español pueda comportar una pérdida parcial de significado (passing shot puede ser, según el caso, 'golpe paralelo' o 'golpe cruzado' con el que un tenista rebasa al oponente que ha subido a la red).
. El periodismo deportivo no tiene por qué tener miedo a emplear extranjerismos siempre y cuando los utilice convenientemente, a partir de los criterios mencionados y teniendo en cuenta siempre el contexto, el medio para el se trabaja y el público y el territorio al que se dirige, así como el estilo que se pretende aplicar. Si el periodismo se esfuerza por hacer un uso correcto de la lengua habrá ganado en calidad, rigor y precisión, y se granjeará un mayor prestigio social.
El hecho diferencial y sobresaliente del lenguaje deportivo se abordó desde múltiples enfoques y aspectos: impropiedades léxicas, neologismos, variaciones discursivas, cuestiones gramaticales, coloquialismos, frases hechas y tópicos, lenguajes sectoriales y jergas, diccionarios terminológicos, la interrelación con otros discursos como el económico o el político, el lenguaje como vehículo de enseñanza o los extranjerismos.
Sobre esta última cuestión, expongo a continuación algunos extractos de la ponencia que ofrecí sobre criterios de uso (y para evitar el abuso) de las palabras extranjeras en el lenguaje periodístico del deporte:
. La información deportiva es, junto con la que versa sobre moda, el área periodística donde más proliferan los extranjerismos. Se trata de una importación continua e inevitable por el origen foráneo del sport o deporte reglamentado moderno y porque hay palabras para las que no siempre hallamos con facilidad un sustituto en nuestro idioma. Aunque esto no justifica en ningún caso el abuso que se pueda cometer de estas voces extranjeras, sí favorece que se utilicen.
. Si bien el significado de muchas palabras y expresiones deportivas extranjeras ha evolucionado a lo largo de la historia incorporando nuevas acepciones, el uso periodístico no siempre se ha correspondido con su etimología ni con muchas de las definiciones registradas en diccionarios. Estas discordancias han producido que muchos vocablos abandonen su sentido primigenio para abrazar otros nuevos o que convivan los unos con los otros dando pie a interesantes debates entre lo que se considera impropiedad léxica y lo que ya está aceptado.
. De cualquier forma, conocer la gestación y el desarrollo de estas palabras ayuda a conocerlas, a usarlas mejor y a no cometer errores no forzados. Así, no nos dejaremos por las apariencias (handball es un vocablo alemán, no inglés; o footing es un falso anglicismo), veremos cómo amplían su significado al pasar de un deporte a otro (derbi, de turf al fútbol y de ahí al resto de deportes de equipo; o hat-trick, del críquet al fútbol), evitaremos impropiedades léxicas (hooligan es ultra, hincha violento o pendenciero, no todos los seguidores británicos lo son) como falsos amigos (consistente en inglés es regular pero en español es resistente, doméstico no es nacional, calificación no equivale a clasificación).
. ¿Forma original o adaptada? Existe una gran tradición de hispanización de términos extranjeros no solo recogidos en los diccionarios, sino extendidos en el uso de la población (de sparring a esparrin, sprint-esprín o slalom-eslalon). Los académicos abogan por la hispanización prescindiendo de las letras que no se pronuncian (yudo en vez de judo o ampáyer en lugar de umpire). Pero en el ámbito periodístico hay disparidad de criterios y coexisten pares como rally-rali, derbi-derby o ranking-ranquin. Unos siguen los dictados académicos y otros no.
. Los criterios son cambiantes en función de la modalidad deportiva de que se trate y de la latitud del español. Encontraremos cómo una misma posición en el campo o una misma circunstancia del juego derivada del reglamento recibe nombres diferentes según sea el país donde se haya escrito la crónica.
. En deportes de gran tradición como el boxeo la hispanización es casi total (cuadrilátero, campana o asalto por ring, gong o round, respectivamente), mientras que en fútbol la adaptación de voces extranjeras presenta variantes entre España y América (penalti-penal) y en otras modalidades mediáticas como los deportes de motor prevalece el empleo de extranjerismos (pit lane, safety car, drive through, warm up).
. En el golf se ha producido la hispanización de palabras (chipear, dropear, cadi). Sin embargo, los medios siguen optando por voces originales en inglés (green, tee, swing, drive), justificadas casi siempre porque no desplazan a palabras en español. Algo similar ocurre en baloncesto, donde multitud de términos se han hispanizado (alero, escolta, tapón, rebote o bandeja) mientras se siguen importando anglicismos made in NBA (draft, pick and roll, rookie).
. Lo que sí parece más claro es cómo hay que escribir un extranjerismo. Según la nueva Ortografía de la lengua española (2010), deberán ir en cursiva o en comillas simples aquellas voces que no se hayan traducido ni adaptado a nuestro idioma. Aun así existe poca uniformidad en el uso periodístico y hallamos pares como flánker-flanker, transfer-tránsfer o handicap-hándicap.
. ¿Pero entonces cuáles son los criterios que debemos seguir los periodistas deportivos? Debemos partir de la corrección idiomática, pero también garantizar la eficacia comunicativa, esto es, procurar que nuestros mensajes lleguen y se entiendan.
1) Discernir entre necesarios y superfluos. Son necesarios y bienvenidos si llegan para definir de forma precisa una nueva realidad o para cubrir algún vacío o laguna existente en español (alley oop, paddock o pádoc, pádel), mientras que se consideran superfluos si ya existen equivalencias en nuestro idioma para referirse a un mismo concepto o regla de juego (indoor, flopping, stop and go, rookie). Para ello es preciso consultar los diccionarios y otras obras de referencia como los libros de estilo.
2) Pero en muchas ocasiones una palabra o expresión de procedencia extranjera en una modalidad deportiva determinada está más asentada en el uso de común de periodistas y ciudadanos que la propia equivalencia en español, que no ha calado por no resultar convincente a pesar de ser una propuesta académica (se escribe mucho más judo que yudo o rally que rali; casi nadie llama tablanieve al snowboard o esqueleto al skeleton). Por tanto, una voz foránea puede estar justificada en supuestos en los que la correspondencia en español no está clara ni goza del consenso necesario para que los medios la adopten y se proyecte a los ciudadanos.
3) Todo ello demuestra que la elección entre una palabra extranjera y otra en español habrá de realizarse a partir de tres criterios decisivos: lo extendido de lo uso en la población, la economía del lenguaje (una palabra, a menudo corta, en inglés a veces necesita ser explicada con varias e incluso una frase en español) y el sentido común: no merece la pena forzar una correspondencia en español para una voz extranjera que define a la perfección un concepto ya extendido entre usuarios de una disciplina deportiva o cuando su paso al español pueda comportar una pérdida parcial de significado (passing shot puede ser, según el caso, 'golpe paralelo' o 'golpe cruzado' con el que un tenista rebasa al oponente que ha subido a la red).
. El periodismo deportivo no tiene por qué tener miedo a emplear extranjerismos siempre y cuando los utilice convenientemente, a partir de los criterios mencionados y teniendo en cuenta siempre el contexto, el medio para el se trabaja y el público y el territorio al que se dirige, así como el estilo que se pretende aplicar. Si el periodismo se esfuerza por hacer un uso correcto de la lengua habrá ganado en calidad, rigor y precisión, y se granjeará un mayor prestigio social.
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