lunes, 11 de febrero de 2019

Cómo contar el deporte sin dejar de hacer periodismo, según Ezequiel Fernández Moores

Ezequiel Fernández Moores es todo un referente del periodismo deportivo mejor cultivado en lengua española. Acaba de publicarse en su país natal, Argentina, una "curaduría" de sus mejores artículos en cuarenta años de profesión. 'Juego, luego existo' es el título. La mayoría de esas piezas vieron la luz en La Nación, diario en el que Fernández "Murs" (así se pronuncia), sigue publicando periódicamente su columna.

Los textos de este periodista argentino curtido en agencias de noticias en realidad no son columnas al uso, sino notas que profundizan en la historia del deporte, reciente y no tan reciente, y sus protagonistas. Son textos que cuidan al máximo el dato, la declaración y el detalle; para ello se nutren de multitud de fuentes y referencias culturales cruzadas de todo tipo, desde Godard hasta Quilapayún, desde Sartre hasta Picasso.

Es un periodismo culturizante que invita a la reflexión y que se afana por hacer entender el deporte explicándolo siempre en sus contextos político, social, económico y cultural: "Aún hoy hay quienes insisten en afirmar que el deporte no tiene nada que ver con la política. No saben de deporte ni saben de política. O prefieren hacerse los distraídos", afirma.

Como indica el prologuista de la obra, Santiago Segurola, Fernández Moores demuestra que "el fútbol, el deporte en general, es un asunto muy serio" y recuerda "el papel del periodismo como elemento esencial de contrapoder", también en el ámbito deportivo. Asimismo, los textos compendiados en este volumen muestran una trayectoria coherente en la que, ante todo, se profesa amor por el deporte y sus protagonistas. De ellos habla sin frivolidad, con rigor y pulcritud, al mismo tiempo que vuelca su capacidad crítica hacia todo aquello que mancilla la competición: la corrupción, la violencia o el engaño.

Escribía en Olé lo siguiente en 2001:  

"La foto, conmovedora, confirma que se puede jugar a fútbol bajo cualquier circunstancia. Lo demuestran esos anónimos pibes afganos que corren detrás de una pelota en las calles de Kabul destrozadas por los bombardeos estadounidenses.
La jornada que celebrará mañana el fútbol argentino es, obviamente, otra cosa, aunque su escenario se parezca también al de un país bombardeado. Durante años, el deporte de elite, egocéntrico y consciente de su poder, se sintió el centro del universo. Por encima de todo y de todos. La combinación de exitismo, idolatrías y popularidad contribuyó muchas veces para que se creyera impune, una zona fanca al margen de leyes y códigos de conducta, en la que un día vale falsificar pasaportes y otro día ingerir anabólicos prohibidos".

Por sus páginas aparecen pasajes de equipos que marcaron una época, como el Huracán de Houseman campeón de Liga en Argentina en 1973, el Colo Colo de Caszely, la Hungría de Puskas que sorprendiño a Wembley o, por supuesto, el Napoli que construyó a su alrededor un tal Maradona. También se trazan perfiles de entrenadores y jugadores míticos; además del Pelusa, ahí están Messi, Zidane o Riquelme, así como Guardiola, Bianchi o Bielsa. Pero no todo es fútbol, ni mucho menos. Muchas de sus notas versan sobre rugby, el deporte que él mismo practicó; sobre leyendas del boxeo, Ginóbili (baloncesto), Woods (golf), Senna (F-1), momentos olímpicos o figuras del tenis (Sabatini, Nastase, Clerc, Vilas, Borg o Federer, entre otros).

Son muchos los "artistas", como denomina a los deportistas que admira y que han marcado su trayectoria como periodista: 

"Como Gay Talese, gran cronista de Estados Unidos, siento admiración por los deportistas. Por su talento, entrega y su forzada aceptación pública de la derrota y del abucheo posible. Y de muchos de ellos me interesan sus historias más sencillas. Campeones que disimularon su analfabetismo o que le enseñaron a comer a un ciego. Campeones como Muhammad Ali, el más grande de la historia mundial porque, además de su clase, recuperó sobre el ring, y no en un escritorio, la corona que le quitaron por negarse a combatir en Vietnam. Su gesto inspiró a millones. También a cracks arrogantes que se ríen del periodismo que solo busca basura. Tan seguros de sí mismos que, como Zinedine Zidane, no se apuran a ponerse los botines, porque saben que, sin ellos, sin los artistas, el partido no podrá empezar".

Por último, tiene palabras también para muchos de sus referentes periodísticos y literarios: por un lado, aparecen Dante Panzeri, como representante de un periodismo que no buscaba premios ni la connivencia con el poder, o Gay Talese, elegante contador de historias cuyos "relatos eran tan atractivos y originales que algunos colegas creían que inventaba hechos"; por otra parte, están la visión del continente de Eduardo Galeano ("el Picasso que nos pintó mejor que nadie el deporte que sacaba lo peor y lo mejor del alma humana") y la pluma ensoñadora de Roberto Fontanarrosa.

Aquí destacamos ocho de sus pasajes, ocho de sus reflexiones, sobre el ejercicio y el estado del periodismo deportivo que también podemos encontrar en este libro:

 Respeto al lector

. "Cualquier partido, por más miserable que parezca, tiene una complejidad shakespereana". Lo leí una vez en un gran libro sobre el fútbol en Brasil. Es la misma complejidad que existe también afuera de la cancha. Aprendí a confiar en mi instinto y en mi sensibilidad para intentar contarla. Si este tema a mí me interesa, suelo decirme, ahora debo intentar contarlo de tal modo que le interese también al otro. Intenté siempre ni sobreestimar ni subestimar al lector. Ni al de Página/12 en los 80 ni al de La Nación treinta años después. Con el tiempo aprendí también a convivir con la imperfección por el dato equivocado. Y, cuando correspondió, a agradecer el aviso del lector atento. Y a pedir disculpas por el error".

Lo primero, la historia

"Terminó el Congreso de Play the Game y, en las pocas horas que me quedaban en Reikjavik, Islandia, salí a buscar a Bobby Fischer. Tenía solo papel y lápiz. Escribí la historia en la madrugada del día siguiente en un hotel de Praga. Marijó, mi pareja, había viajado para celebrar juntos mis cincuenta años. Aplazamos algunas horas el festejo. Marijó me ayudó a escribir unas de las crónicas que más aprecié siempre. Veinticinco mil caracteres desde el fin del mundo y sobre uno de los héroes más misteriosos en la historia del deporte. Apenas con papel y lápiz. Las nuevas herramientas abren posibilidades, pero siempre, primero, está la historia".

Ojo con las fuentes

"Un colega de firma me avisa que el tenista consagrado, que ni me conocía, me estaba esperando en el vestuario, quería decirme algo. El tenista me contó duras quejas contra los organizadores del torneo. "Ni siquiera hay toallas en el vestuario", dijo casi llorando. El cable de la agencia Noticias Argentinas, mi primer trabajo, tenía carácter de "explosivo", un golazo que fue publicado al día siguiente por todos los diarios. Tardé en darme cuenta de que había sido usado, por el colega y por el tenista, de que las quejas eran todas superficiales y de que simplemente querían que el negocio cambiara de manos. Aprendí que la fuente no tiene por qué ser inocente. Y tampoco está obligada a contarnos la verdad".

A pesar de la censura

."Las formas de la censura están llenas de sutilezas. Para hablar de algunos basta solo un rumor. En cambio, para hablar de otros (y exagero apenas un poco), se precisa escribano público, escribano privado, sello oficial y dictamen judicial. Y cuidarse de que, en el medio de la investigación, alguien no esté negociando o extorsionando con una pauta publicitaria".

Por qué no investiga el periodismo deportivo

."La sociedad prensa-deporte para la explotación comercial del espectáculo nos complicó. Nos redujo al rol de misioneros. Propalamos la fe, no la podemos explicar. Alguien dijo alguna vez que las misiones de la prensa eran tres (informar, educar, entretener) y que informar es comprometido, educar es aburrido y solo nos queda entretener

Bien, el periodismo deportivo casi fue concebido inicialmente para entretener. Un show para aliviar las noticias más duras de la política y la economía. Y que precisa sí o sí del ídolo. El ídolo tiene rating, vende zapatillas, es apolítico y, en general, no cuestiona. Además, es renovable". 

Las nuevas tecnologías 

. "Las nuevas tecnologías son una herramienta formidable. Pero han precarizado condiciones de trabajo. Algunas empresas aprovechan para sacarse de encima a los periodistas más veteranos. A los que escriben noticias, no chimentos. A los que suelen leer más libros que Facebook. A los que proponen dudas en lugar de vender certezas. A los que se niegan a flexibilizarse. A los que después de un partido privilegian la crónica al tuit". 

La humildad

."Comprendí, bien temprano, que el periodismo, aún hoy, sigue estando imposibilitado de tener una mirada autocrítica, de aceptar errores. Tampoco le gusta que otro se los señale. "Es un ataque a la libertad de expresión". 

Los referentes

. "Siempre sentí una admiración especial hacia los escritores que pudieron contarnos el fútbol como un juego bello y popular. Pero que también supieron apreciar su picardía, sus antihéroes, su costado más irracional. Como periodista aferrado a los datos, les envidio su capacidad de escribir poesías, leyendas y sentencias partiendo muchas veces desde lugares en los que otros no veíamos nada. La fantasí y las predicciones de la Hermana Rosa dle Negro Fontanarrosa nos contaron como nadie crónicas mundialistas de la Selección argentina. El Negro era mi favorito".

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