jueves, 22 de octubre de 2020

Andrés Burgo: "A la crónica hay que darle muchas manos de pintura y conseguir que sea como un documental"

Andrés Burgo es, por este orden, periodista deportivo e hincha de River. Hace gala de lo primero y no esconde lo segundo. No se considera escritor aunque ha escrito varios libros, algunos de culto en su país, Argentina. Los más mencionados siguen siendo dos: El partido (2016), sobre la victoria de Argentina a Inglaterra en el Mundial de México de 1986 y la mano de Dios; y La final de nuestras vidas (2019), que relata el superclásico Boca-River en la final de la Copa Libertadores en 2018. En la actualidad ejerce el periodismo de forma independiente tras haber pasado por las redacciones de varios medios, como El Expreso, Clarín Perfil. Escribe en la revista Brando, de La Nación, y colaboró en el extinto El Gráfico, así como en el diario español El País

Hemos compartido con él algunas reflexiones sobre el estado de la profesión, sobre la incidencia de las redes sociales en el ejercicio periodístico y, muy especialmente, sobre el momento de la crónica deportiva en Latinoamérica, que, en muchos casos como es precisamente el suyo, tiende a encontrar en la literatura la fórmula para reconstruir partidos que se jugaron hace tiempo.


- Está llevando a cabo un taller sobre escritura de crónica deportiva junto a sus amigos Ezequiel Fdez. Moores y Alejandro Wall. ¿Qué tal acogida ha tenido la iniciativa entre colegas y estudiantes?

- Me resulta difícil encontrarle aspectos positivos a la pandemia pero, en mi minúsculo universo personal, uno de los puntos favorables fue la creación y el desarrollo de este taller. Imagino que sin el encierro obligatorio de los primeros tiempos ni siquiera lo habríamos imaginado: el curso on line nació como una ventanita al mundo en tiempos de confinamiento pero por suerte se ha extendido con los meses y ya vamos por nuestro quinto taller. Incluso tenemos planes para renovarlo en 2021. En lo personal lo valoro mucho más porque, en tiempos en que las redacciones son reducciones, cada vez con menos periodistas, este espacio nos permite conocer e interactuar con otros colegas, y no solo de Argentina.

-¿En qué momento se encuentra la crónica deportiva en Latinoamérica?

- En un momento ambiguo, imagino que como el resto del mundo, pero más condicionado por las limitaciones económicas de nuestro continente. Por un lado, a través de las tecnologías más horizontales, es un momento fabuloso para contar historias sin depender de ninguna empresa: cualquiera puede hacerlo desde sus propias plataformas, y gratis. A la vez, en contraste con esa libertad, es un momento de extrema dificultad para sacarle rédito económico a ese trabajo. Y si le dedicamos tanto tiempo a una crónica y no lo cobramos, ¿es un trabajo, es un hobby, es una apuesta a futuro? Yo no formo parte del staff fijo de ninguna redacción pero noto que en los medios tradicionales de comunicación, salvo casos aislados, ocurre lo mismo: no les conceden a sus cronistas el tiempo ni las herramientas necesarias que hacen falta para edificar una crónica. A veces las crónicas son urgentes, se escriben desde la rapidez de un hecho, pero otras son textos que tienen que levar, que llevan su tiempo, y observo que los grandes medios (al menos los de mi país) tienen otras urgencias e intereses. Dicho eso, creo que los libros se han convertido en un refugio para el periodismo de largo aliento, por fuera de las necesidades y prisas de los grandes medios.


"Observo que algunos partidos “vuelven a ser jugados” en formato de libro después de mucho tiempo, y es un tipo de reconstrucción periodística-literaria que antes no era tan habitual"


- Ese hacer todo con más prisa que antes ¿cómo ha incidido en el estilo de contar partidos de fútbol?

- Es inevitable que todo se haga con mayor urgencia pero hay grandes maestros del género: las crónicas en tiempo real de Ramón Besa para El País -entre otros casos- son alquimia. Así como los futbolistas de la actualidad deben resolver una jugada en menos espacio que antes, los periodistas también deben hacerlo en menos tiempo. A veces no pasan diez minutos del final de un partido y ya se pueden leer artículos que están narrados con giros poéticos y tienen una formidable lectura del juego. Es todo un arte redactar en simultáneo y hay cronistas que escriben como si le pusieran subtítulos al partido.

Siempre dentro de este género en particular, también observo que algunos partidos “vuelven a ser jugados” en formato de libro después de mucho tiempo, y es un tipo de reconstrucción periodística-literaria que antes no era tan habitual. En lo personal, escribí del Argentina-Inglaterra de 1986 y del River-Boca de Madrid de 2018, pero no inventé nada. En mi país hay varios libros similares: Diego Estévez publicó La Final, sobre un Boca-River de 1976, Claudio Gómez escribió El partido rojo, una gran crónica sobre un triunfo imposible de Independiente ante Talleres en 1978, y Pedro Fermanelli y Marcelo Benini lo hicieron con La final bastarda, una reconstrucción periodística sobre un Vélez-Huracán de 2009 envuelto en la polémica. En Uruguay se han escrito libros del Maracanazo, en Chile sobre el “no partido” entre la selección local y la Unión Soviética en 1973, en Colombia sobre el 5-0 contra Argentina en 1993 y en Perú hay una enorme cantidad de bibliografía sobre 90 minutos, incluso del partido que generó la mayor tragedia en un estadio de fútbol en el mundo, un Perú-Argentina de 1964.

En todo caso, el género de crónica excede a los partidos: Corbatta, un libro de Alejandro Wall sobre un mítico futbolista de Racing arruinado por el alcohol, es una especie de road movie. Lo mismo un hermoso libro de Ayelén Pujol sobre la historia del fútbol femenino en Argentina y el mundo, Qué jugadora. Las historias de los ídolos malditos y de las futbolistas siempre ocultadas derivaron en magníficas crónicas.

- ¿Está el cronista más sometido a presión al sentirse observado en las redes sociales en todo momento?

Podemos compararlo con lo que les ocurre a los entrenadores y jugadores. Antes al fútbol se jugaba los domingos y ahora se juega todo el tiempo: los partidos continúan en una catarata interminable de tertulias televisivas y redes sociales. De todas maneras, celebro que los cronistas estemos a un click de interactuar con los lectores: nos aleja del Tribunal de Dios que durante mucho tiempo creímos integrar.


"Celebro que los cronistas estemos a un click de interactuar con los lectores: nos aleja del Tribunal de Dios que durante mucho tiempo creímos integrar"


- Incluso podría decirse que hasta cierto punto los lectores están moldeando los contenidos de los medios. Parece que a veces se confunde servir al lector con ponerse a sus órdenes. Son cosas muy distintas.

- Ese fenómeno queda claro en el periodismo partidario, el que sigue la actualidad de los clubes en el día a día. Durante una época se le pedía al periodista que cubría a tu club que hiciera periodismo, incluso que contara las malas noticias: algún caso de corrupción dirigencial, la presencia de barrabravas, algún conflicto en un vestuario. Ahora no: muchos hinchas solo quieren noticias positivas de su equipo y, si un periodista ensaya una crítica severa, su buena fe será puesta en duda por los lectores. “Debe ser hincha de la contra”, lo pondrán bajo sospecha. Lo que termina viéndose es que muchos periodistas terminan siendo más hinchas que los propios hinchas.

- De todas formas, de fútbol sabe o cree saber todo el mundo. Ahí el periodista deportivo sí se sitúa en el ojo del huracán de las redes. Ahí casi nadie escapa a la crítica y la conversación. 

- El fútbol es tan complejo que ya lo dijo Valdano: “Un equipo puede hacer todo mal y ganar, y puede hacer todo bien y perder”. En los últimos tiempos observo en algunos colegas que desarrollaron una especialización en el juego y en la táctica como antes no ocurría.

- ¿Cómo gestiona usted su presencia en Twitter? ¿Baja a menudo a la conversación a embarrarse las botas o prefiere la equidistancia participativa?

- Prefiero la equidistancia participativa, sí, y siempre con respeto: yo digo que soy hincha de River (y escribo mucho en Twitter sobre mi equipo) pero mi máxima es que “el mejor equipo es el del que vos seas hincha”. No suelo responder a los agravios, que son inevitables. A los periodistas que trabajamos más como autónomos que en relación de dependencia, Twitter nos resulta un gran canal para mostrar nuestro trabajo: es como una vidriera. Al mismo tiempo, intento usarlo lo justo y necesario. Gracias a Twitter me hice de amigos a los que conocí como lectores: es un espacio que puede ser muy divertido (su humor es extraordinario) pero también tóxico, y que puede generar dependencia, como si buscáramos una validación. Hay que saber entrar y salir de, como la definió Enric González, "esa habitación llena de humo".

- En el escenario mediático actual cada vez se habla más de producto, de target o de SEO. También de "generar contenidos". Parece que los periodistas de pronto hemos cambiado de lenguaje... 

Entiendo que los periodistas somos comunicadores, y que por lo tanto debemos tratar de conseguir que lo que queremos comunicar llegue a una mayor cantidad de lectores. En los últimos tiempos nos hemos vuelto más autogestivos y necesitamos salir a ganar ese espacio por nuestra cuenta. En cuanto a SEO, target y demás palabras nuevas, prefiero a los que no entienden nada y saben todo que a los que creen saber todo y no entienden nada.


"Por lo que veo en Argentina, no tengo claro que la mayoría de los medios pretenda hacer periodismo sino servir a los intereses de la empresa a la que pertenecen. Nadie se investiga a sí mismo"


- ¿Percibe algún riesgo de que esos contenidos "se coman" al periodismo?

- Por lo que veo en Argentina, no tengo claro que la mayoría de los medios pretenda hacer periodismo sino servir a los intereses de la empresa a la que pertenecen. Nadie se investiga a sí mismo.

- ¿Dejó de investigar el periodismo deportivo y claudicó al poder del entretenimiento, como ya alumbró Ezequiel Fernández Moores?

- Respondo con otra frase de Fernández Moores, de 2012, en una ponencia que hizo en Colombia. Cito el textual: “La sociedad prensa-deporte para la explotación comercial del espectáculo nos complicó. Nos redujo al rol de misioneros. Propalamos la fe, no la podemos explicar. Alguien dijo alguna vez que las misiones de la prensa eran tres (informar, educar, entretener) y que informar es comprometido, educar es aburrido y solo nos queda entretener”.

- ¿Cómo se hace compatible escribir bien con hacerlo entretenido en una crónica deportiva?

- El primer punto es encontrar el foco. Cuanto más específico sea, mejor: mirarlo con lupa, agigantarlo. Pero a la vez, entender de qué estamos hablando: lo que subyace de fondo. El deporte nos permite hablar de todo: de triunfos, de fracasos, de colectividades, de violencia, de corrupción, de negocios, de héroes (que no son tan héroes), de villanos (que nunca son tan villanos), de tribus, de negocios. Una vez que elegimos el foco e hicimos el camino de archivo y realizamos entrevistas y fuimos (en lo posible) al lugar de los hechos, cuando al fin nos sentamos a escribir, en algún momento encontraremos el tono. El foco es el qué y el tono es el cómo. Escribir es corregir. A la crónica hay que darle muchas manos de pintura y conseguir que sea como un documental.


"Los datos son bienvenidos en muchos casos, pero no el exceso. A veces se intenta hacer una patología de los partidos en vez de trazar un comentario o una crónica"


- ¿Cómo ve la crónica del futuro? Cada vez hay más datos que analizar, más tecnología a la que acudir... 

- Me gustan los datos, y claro que son bienvenidos en muchos casos, pero no el exceso. A veces siento que se intenta hacer una patología de los partidos en vez de trazar un comentario o una crónica.

- ¿Y dónde se ve usted próximamente? 

- Estoy a punto de reeditar un libro que publiqué en 2011 sobre uno de esos hechos de ficción que el deporte convierte en realidad: el descenso de River, mi equipo. Fue una crónica, que se llama Ser de River, a la que insospechadamente le fue bien y que la editorial con la que realicé aquel trabajo sacó de su catálogo: haré una edición independiente. Asimismo, le sumo una segunda crónica, Nuestro Viaje, un pequeño libro sobre la caravana de ómnibus con hinchas de River que viajamos 85 horas y 4.000 kilómetros entre Buenos Aires y Lima para ver la final de la Copa Libertadores del año pasado. Hacía mucho tiempo que quería vincular una crónica de viaje con una de fútbol. Ambos libros estarán bajo un sello llamado Ediciones Carrascosa. En tren de mirar para adelante, con Fernández Moores y Wall hablamos de la posibilidad de sumarle un título por año, un pequeño catálogo de crónicas deportivas a cargo de diferentes colegas. Es la idea, pero veremos si la economía y nuestros tiempos nos lo permiten. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario