El semanario Proceso se convirtió en 1998 en una de las primeras cabeceras de prensa en México en confeccionar un libro de estilo propio. El Manual de Estilo de Proceso, tras ser publicado y puesto a la venta, fue reimpreso en 1999 tras haberse convertido en uno de los manuales de referencia en las escuelas y facultades de periodismo de este país norteamericano.
Según se explica en la presentación de la obra, que fue ampliada y actualizada en una segunda edición en 2009, Proceso persigue con esta herramienta "normar, orientar y mejorar la redacción, además de uniformar y modernizar la grafía del semanario y de la Agencia Proceso de Información (Apro)".
Con el propósito de convertirse en "el principal instrumento de reporteros, correctores y editores para disipar sus dudas más frecuentes o apremiantes en gramática, estilística y grafía", el Manual de Estilo de Proceso propone un método muy sencillo y completo para lograr una buena redacción que denomina 'Las cualidades del estilo'.
El libro resume en ocho los principales atributos que debe reunir todo texto periodístico y que constituyen las normas básicas de la redacción, corrección de originales y tareas de edición en este medio. Estas son, y por este orden: claridad, propiedad, precisión, brevedad, sencillez, vigor expresivo, armonía y abundancia.
Por su relevancia, reproducimos aquí cómo quedan definidas cada una de las Cualidades del Estilo de Proceso:
"1) La claridad de la redacción consiste en expresarse sin enredos, lagunas, anfibologías, etcétera, de suerte que cualquier lector comprenda sin confusiones ni rodeos el sentido de nuestras frases y vocablos. Principales obstáculos para la claridad: frases demasiado largas o rebuscadas; ineficaz o incorrecta organización de las palabras; ambigüedades y omisiones; uso de paréntesis frecuentes; exceso de cláusulas subordinadas, e inclusión de términos u oraciones prescindibles o superfluos
2) La propiedad es para nosotros la cualidad del estilo que consiste en escribir voces, frases y oraciones de manera correcta y pertinente, tanto por su apego a las normas gramaticales como por sus implicaciones de matiz. Las más frecuentes faltas de propiedad son el solecismo, que es una violación de la sintaxis; el barbarismo, que es una falta ortográfica o una confusión de un término por otro; y el defectuoso empleo de los sinónimos, es decir, una inadvertencia del matiz que los distingue y que obliga a la elección de un solo vocablo justo en un contexto dado.
3) La precisión, íntimamente relacionada con la claridad y la propiedad en su forma, pues las tres se combinan en una buena comunicación, se refiere sobre todo al contenido y al sentido estricto de los vocablos y oraciones empleados para difundir la información. Aunque en la búsqueda de la precisión también se evitan impropiedades y confusiones, la tarea específica en este punto es encontrar la plabra justa y la oración irreprochable para transmitir exacta, estrictamente lo que queremos decir (Un análisis minucioso de las palabras, conceptos, cláusulas, ideas y datos es indispensable)
4) La brevedad, que efectivamente eleva la calidad del buen escrito, en el periodismo es de capital importancia por dos razones: a) El lector quiere informarse rápidamente, sin pérdida de tiempo, de aquello que le interesa, y generalmente sólo admite la demora ante aciertos o hallazgos literarios del estilo; y b) el espacio e la prensa es limitado. Si cada uno de los reporteros se esfuerza en conseguir la mayor brevedad posible, además de que sus textos ganarán en concisión y consistencia, estos tendrán menores posibilidades de 'compactación' o de resumen y serán mejores candidatos a la publicación.
La brevedad, que siempre ha sido un arte, el arte de sintetizar lo escrito, no debe, sin embargo, confundirse con el laconismo telegráfico, ni procurarse si al hacerlo pierde el texto precisión, propiedad y claridad. (...)
5) La sencillez de un texto produce en los lectores la impresión de que se escribió de un modo natural, sin afectaciones ni artificios, y les permite captar la información sin pensar en lo escabroso o complicado de la misma ni en las cualidades del que escribe. El rebuscamiento de un escrito se debe habitualmente a que el redactor está más empeñado en esxhibir originalidad o dotes de escritor que en dar fluidez y transparencia al texto.
6) Es el vigor expresivo el rasgo que distingue a los mejores escritores y redactores periodísticos de aquellos que, sólo muy correctos, sencillos, breves y precisos, son incapaces de ser, de reflejar su originalidad en un estilo inconfundible que aliente, cohesiones y dé vida a sus escritos. (...)
7) Aquí definimos la armonía como la cualidad estilística que, en primer lugar, procura la compatibilidad, concordancia o simpatía entre la forma y el contenido del texto, entre el estilo y la materia informativa, de suerte que muy difícilmente, por ejemplo, pueda abordarse en tono frívolo o irónico un suceso que entrañe una tragedia. Cada asunto, cada tema reclama una forma, una estructura, un estilo que, con su sensibilidad y con su oficio, el reportero captará y plasmará sin disonancias. Evitar la cacofonía, la rima, el sonsonete; combinar frases cortas con frases largas, y procurar la eufonía dosificando melodiosamente la acentuación y las pausas, son medidas que, en segundo término, resultan recomendables para la consecución de la armonía.
8) La abundancia se refiere sobre todo a la variedad o riqueza del vocabulario y al dominio técnico de las múltiples formas de organización sintáctica, recursos que por sí solos son capaces de erradicar la monotonía de nuestros textos y de imprimirles novedad, elegancia y sutileza.
Hacemos ahora un trayecto retrospectivo para aclarar sucintamente que, en las normas relacionadas con el estilo, ni los reporteros ni los editores sacrificaremos la armonía (7) en aras de la abundancia (8); el vigor expresivo (6) en procura de la armonía (7); la sencillez (5) en busca del vigor expresivo (6); la brevedad (4) en afán de sencillez (5); la precisión (3) en pos de la brevedad (4); la propiedad (2) por la precisión (3), ni la claridad (1) por la propiedad (2).
El procedimiento inverso, que constituye nuestra guía, significa, por ejemplo, que en aras de la precisión (3) podremos ignorar la recomendación de brevedad (4) si, al procurar ésta, irremisiblemente cayéramos en la imprecisión. Y, llevando el ejemplo hasta el extremo, señalamos que, en busca de la claridad, podría violarse el resto de las cualidades del estilo si fuera demostrable que solo así es posible cumplir con la cualidad número 1. Es obvio que, aun en este hipotético caso extremo, estaríamos obligados a mantener un mínimo de precisión (3) y a respetar no pocas normas básicas que atañen a la propiedad (2), consustancial al idioma".
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