El periodismo deportivo actual hace gala de notables fortalezas, pero también adolece de importantes debilidades en una serie de aspectos que, tanto desde el punto de vista lingüístico como del ético y deontológico, aparecen como manifiestamente mejorables.
Ciertamente, la creciente tendencia a convertir la información en puro espectáculo y la contaminación de los géneros periodísticos tradicionales con otros formatos más propios del mundo de la farándula o la publicidad han sido señalados en reiteradas ocasiones por las propias asociaciones y colectivos profesionales como uno de los problemas más preocupantes del periodismo deportivo actual.
La espectacularización de la información, que está estrechamente ligada a la adopción de técnicas sensacionalistas, se caracteriza por la magnificación visual y la banalización de los contenidos, lo que de forma inexorable provoca una pérdida de calidad en el producto final.
Este deterioro de los contenidos en el periodismo deportivo invita a una importante y urgente reflexión académica, la cual tiene que ver con la gran responsabilidad social que tienen estos medios especializados a la hora de emitir sus informaciones.
No en vano, han adquirido la condición de verdaderos protagonistas en las sociedades contemporáneas por su capacidad de proyectar los logros del deporte como factor de identificación cultural y de cohesión social de ciudades, regiones y países, especialmente ante la celebración de determinadas competiciones que generan una gran expectación al contar con la participación de equipos y deportistas locales o nacionales.
Pero sobre todo es preciso abordar esta cuestión porque, efectivamente, son los medios de comunicación más seguidos y, por tanto, los que mayor influencia ejercen en los hábitos de conducta y modos de expresión de los ciudadanos, especialmente entre los más jóvenes, quienes son los que con más pasión consumen este tipo de información y con mayor facilidad tienden a emular lo que dicen y hacen sus ídolos.
Si, además, tenemos en cuenta que una gran parte de la población tiene como principal referencia de la realidad la que muestran los medios deportivos porque son los únicos o casi los únicos que consumen de forma habitual, la obligación del profesional como comunicador y formador es todavía mayor y debe tomar conciencia de ello.
Cabe detenerse, por tanto, en las funciones del periodismo deportivo como uno de los grandes vehículos de la ética, entendida esta como compromiso responsable del individuo con la sociedad a la que pertenece.
En este sentido, existe una dimensión de la ética que se puede denominar “solidaridad” al ser el periodista parte constitutiva de una comunidad a la que se dirige, con la que se identifica y a la que presta un servicio público, cuyas dos funciones básicas son las de informar con veracidad y el máximo rigor, y contribuir a la formación y educación de los ciudadanos.
De esta forma, la aplicación de los principios éticos fundamentales en este ámbito periodístico se entiende como una exigencia de calidad en el desempeño de una actividad profesional de gran repercusión social que, al hacerse efectiva, puede ayudar a mejorar la convivencia y el bienestar de todos.
Porque conviene recordar que este tipo de periodismo tiene la responsabilidad añadida de ser educador y transmisor de los valores positivos inherentes a la práctica deportiva, como el afán de superación, la cultura del esfuerzo, la solidaridad, el compañerismo, la igualdad o el juego limpio; es decir, todos aquellos valores que son pilares básicos de la convivencia y la paz social.
Ciertamente, la creciente tendencia a convertir la información en puro espectáculo y la contaminación de los géneros periodísticos tradicionales con otros formatos más propios del mundo de la farándula o la publicidad han sido señalados en reiteradas ocasiones por las propias asociaciones y colectivos profesionales como uno de los problemas más preocupantes del periodismo deportivo actual.
La espectacularización de la información, que está estrechamente ligada a la adopción de técnicas sensacionalistas, se caracteriza por la magnificación visual y la banalización de los contenidos, lo que de forma inexorable provoca una pérdida de calidad en el producto final.
Este deterioro de los contenidos en el periodismo deportivo invita a una importante y urgente reflexión académica, la cual tiene que ver con la gran responsabilidad social que tienen estos medios especializados a la hora de emitir sus informaciones.
No en vano, han adquirido la condición de verdaderos protagonistas en las sociedades contemporáneas por su capacidad de proyectar los logros del deporte como factor de identificación cultural y de cohesión social de ciudades, regiones y países, especialmente ante la celebración de determinadas competiciones que generan una gran expectación al contar con la participación de equipos y deportistas locales o nacionales.
Pero sobre todo es preciso abordar esta cuestión porque, efectivamente, son los medios de comunicación más seguidos y, por tanto, los que mayor influencia ejercen en los hábitos de conducta y modos de expresión de los ciudadanos, especialmente entre los más jóvenes, quienes son los que con más pasión consumen este tipo de información y con mayor facilidad tienden a emular lo que dicen y hacen sus ídolos.
Si, además, tenemos en cuenta que una gran parte de la población tiene como principal referencia de la realidad la que muestran los medios deportivos porque son los únicos o casi los únicos que consumen de forma habitual, la obligación del profesional como comunicador y formador es todavía mayor y debe tomar conciencia de ello.
Cabe detenerse, por tanto, en las funciones del periodismo deportivo como uno de los grandes vehículos de la ética, entendida esta como compromiso responsable del individuo con la sociedad a la que pertenece.
En este sentido, existe una dimensión de la ética que se puede denominar “solidaridad” al ser el periodista parte constitutiva de una comunidad a la que se dirige, con la que se identifica y a la que presta un servicio público, cuyas dos funciones básicas son las de informar con veracidad y el máximo rigor, y contribuir a la formación y educación de los ciudadanos.
De esta forma, la aplicación de los principios éticos fundamentales en este ámbito periodístico se entiende como una exigencia de calidad en el desempeño de una actividad profesional de gran repercusión social que, al hacerse efectiva, puede ayudar a mejorar la convivencia y el bienestar de todos.
Porque conviene recordar que este tipo de periodismo tiene la responsabilidad añadida de ser educador y transmisor de los valores positivos inherentes a la práctica deportiva, como el afán de superación, la cultura del esfuerzo, la solidaridad, el compañerismo, la igualdad o el juego limpio; es decir, todos aquellos valores que son pilares básicos de la convivencia y la paz social.
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