La gran demanda de información deportiva –más bien futbolística- hace que muy a menudo los medios cubran muchas de sus páginas y espacios con contenidos que no son realmente noticiosos, sino más bien meras anécdotas e informaciones bastante previsibles procedentes actos de agenda y de declaraciones de los protagonistas que se fuerzan y entrecruzan continuamente.
El predominio del periodismo declarativo -una realidad extensible a los medios generalistas, no solo a los deportivos- se pone claramente de manifiesto los días en que no hay competición, normalmente entre semana. De esta forma, en lugar de las previas, crónicas y análisis pospartido, cobran protagonismo -hasta incluso copar portadas- incidentes y lesiones que se producen en entrenamientos y, sobre todo, transcripciones de ruedas de prensa que no aportan ningún elemento novedoso ni diferenciador. En general, todos los medios especializados informan de lo mismo y lo cuentan de una forma similar.
De esta forma, frases entrecomilladas y citas de jugadores y entrenadores adquieren el rango de noticia sin serlo; pese a tratarse de clichés que no aportan valor a la información ("vamos a salir a ganar desde el minuto uno" o "no nos conformamos con el empate"), se convierten en una fórmula inagotable para generar titulares. En ellos se apela también a la sensación y el morbo, para dar pie en los días sucesivos a réplicas y contrarréplicas entre supuestos antagonistas, la cuales son provocadas por los propios periodistas.
Esta rutina de trabajo se apodera de los medios, no solo de aquellos que no cuentan con suficientes redactores en plantilla para elaborar temas propios ni capacidad para investigar y analizar lo sucedido; es una tendencia que se propaga peligrosamente y repercute negativamente en la calidad de todos los contenidos que se ofrecen al público. A base de declaraciones, el periodismo se torna repetitivo, pierde frescura, concisión y atractivo, y tiene un efecto disuasorio en los ciudadanos, que se quedan con la sensación de estar perdiendo el tiempo y se marchan en busca de otro tipo de noticias.
Además de reiteración y poca originalidad, el periodismo declarativo adolece también de una excesiva dependencia de las fuentes, con las que a veces congenia en exceso y de las que no duda en tomar nota para difundir informaciones sesgadas y que no han sido previamente contrastadas.
Los periodistas están sometidos a los designios de las fuentes, que toman la iniciativa y marcan la agenda de los medios con multitud de convocatorias y notas de prensa (clubes y federaciones), se amparan en el anonimato para filtrar negociaciones y estados de ánimo dentro de un vestuario (directivos y futbolistas) y vierten rumores sobre hipotéticos fichajes y canjes de jugadores (los agentes, verdaderos protagonistas de las pretemporadas veraniegas).
Sobre esta cuestión, resulta muy ilustrativa la reflexión de Rubén Darío Buitrón, editor general del diario ecuatoriano El Universo de Guayaquil:
"Sin espacios internos diarios para hacer crítica y autocrítica de su trabajo cotidiano, sin entender la necesidad de encontrar nuevos ángulos y voces a cada noticia, sin plantearse construir y mantener una agenda propia que marque distancias con la competencia y se acerque a la gente, la mayoría de salas de redacción se mantiene en la cómoda pero obsoleta escuela del periodismo declarativo (dijo, añadió, agregó, finalizó) que no cuenta la realidad sino que la filtra (y la distorsiona) a través de los criterios subjetivos de analistas, juristas, constitucionalistas, comentaristas, expertólogos y todólogos.
¿Por qué se repite tanto esta mala práctica periodística? Porque en las salas de redacción hace falta la pausa en medio del vértigo. La pausa para una reflexión colectiva, abierta, franca, en la que todo el equipo (desde los directivos hasta el personal de base) renueve sus conceptos, sus criterios y sus maneras de escoger y decidir a qué fuentes acudir cuando sea necesario contar con opiniones que contextualicen los hechos".
En la mayoría de los casos, las declaraciones que llenan las páginas de los medios de comunicación - deportivos en el caso que nos ocupa- no han sido buscadas o solicitadas (entrevistas), sino que nos vienen dadas como consecuencia del bombardeo constante de información al que están expuestos hoy día los profesionales. El axioma de 'cuanto más páginas, mejor', asumido por una buena parte de esta prensa especializada, no hace más que alejar la posibilidad de que sean compatibles un periodismo de calidad y unas audiencias mayoritarias.
El predominio del periodismo declarativo -una realidad extensible a los medios generalistas, no solo a los deportivos- se pone claramente de manifiesto los días en que no hay competición, normalmente entre semana. De esta forma, en lugar de las previas, crónicas y análisis pospartido, cobran protagonismo -hasta incluso copar portadas- incidentes y lesiones que se producen en entrenamientos y, sobre todo, transcripciones de ruedas de prensa que no aportan ningún elemento novedoso ni diferenciador. En general, todos los medios especializados informan de lo mismo y lo cuentan de una forma similar.
De esta forma, frases entrecomilladas y citas de jugadores y entrenadores adquieren el rango de noticia sin serlo; pese a tratarse de clichés que no aportan valor a la información ("vamos a salir a ganar desde el minuto uno" o "no nos conformamos con el empate"), se convierten en una fórmula inagotable para generar titulares. En ellos se apela también a la sensación y el morbo, para dar pie en los días sucesivos a réplicas y contrarréplicas entre supuestos antagonistas, la cuales son provocadas por los propios periodistas.
Esta rutina de trabajo se apodera de los medios, no solo de aquellos que no cuentan con suficientes redactores en plantilla para elaborar temas propios ni capacidad para investigar y analizar lo sucedido; es una tendencia que se propaga peligrosamente y repercute negativamente en la calidad de todos los contenidos que se ofrecen al público. A base de declaraciones, el periodismo se torna repetitivo, pierde frescura, concisión y atractivo, y tiene un efecto disuasorio en los ciudadanos, que se quedan con la sensación de estar perdiendo el tiempo y se marchan en busca de otro tipo de noticias.
Además de reiteración y poca originalidad, el periodismo declarativo adolece también de una excesiva dependencia de las fuentes, con las que a veces congenia en exceso y de las que no duda en tomar nota para difundir informaciones sesgadas y que no han sido previamente contrastadas.
Los periodistas están sometidos a los designios de las fuentes, que toman la iniciativa y marcan la agenda de los medios con multitud de convocatorias y notas de prensa (clubes y federaciones), se amparan en el anonimato para filtrar negociaciones y estados de ánimo dentro de un vestuario (directivos y futbolistas) y vierten rumores sobre hipotéticos fichajes y canjes de jugadores (los agentes, verdaderos protagonistas de las pretemporadas veraniegas).
Sobre esta cuestión, resulta muy ilustrativa la reflexión de Rubén Darío Buitrón, editor general del diario ecuatoriano El Universo de Guayaquil:
"Sin espacios internos diarios para hacer crítica y autocrítica de su trabajo cotidiano, sin entender la necesidad de encontrar nuevos ángulos y voces a cada noticia, sin plantearse construir y mantener una agenda propia que marque distancias con la competencia y se acerque a la gente, la mayoría de salas de redacción se mantiene en la cómoda pero obsoleta escuela del periodismo declarativo (dijo, añadió, agregó, finalizó) que no cuenta la realidad sino que la filtra (y la distorsiona) a través de los criterios subjetivos de analistas, juristas, constitucionalistas, comentaristas, expertólogos y todólogos.
¿Por qué se repite tanto esta mala práctica periodística? Porque en las salas de redacción hace falta la pausa en medio del vértigo. La pausa para una reflexión colectiva, abierta, franca, en la que todo el equipo (desde los directivos hasta el personal de base) renueve sus conceptos, sus criterios y sus maneras de escoger y decidir a qué fuentes acudir cuando sea necesario contar con opiniones que contextualicen los hechos".
En la mayoría de los casos, las declaraciones que llenan las páginas de los medios de comunicación - deportivos en el caso que nos ocupa- no han sido buscadas o solicitadas (entrevistas), sino que nos vienen dadas como consecuencia del bombardeo constante de información al que están expuestos hoy día los profesionales. El axioma de 'cuanto más páginas, mejor', asumido por una buena parte de esta prensa especializada, no hace más que alejar la posibilidad de que sean compatibles un periodismo de calidad y unas audiencias mayoritarias.
El periodismo deportivo, especialmente el futbolístico, está en horas muy bajas, es de escasa calidad, con algunas excepciones, y muy forofo, muy bufandero.
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