sábado, 23 de febrero de 2013

El léxico del corredor

Si hay alguna modalidad deportiva cuya práctica ha eclosionado en los últimos años entre los aficionados españoles, esa es, sin duda, el atletismo. Actualmente, cada localidad, por muy pequeña que sea, organiza con periodicidad anual su carrera popular, de distancias dispares y de un rango y una consideración variables según los organismos federativos, pero a la que acuden casi sin excepción centenares -y en su caso miles- de corredores de toda condición, desde los populeros más ocasionales hasta la elite, pasando por los que se entrenan con mayor dedicación y asiduidad, esto es, los denominados corredores regulares

El running, vocablo inglés que ha desplazado con el paso del tiempo a jogging y a footing, voz de aspecto foráneo que, sin embargo, se acuñó hace años en nuestro país como sinónimo de 'carrera continua', causa furor. Este deporte, que concita el interés de runners de todas las edades, fundamenta gran parte de su éxito en que ofrece una amplia variedad de posibilidades tanto para los que lo practican con el objetivo de mejorar su salud y bienestar como para los que buscan alcanzar determinadas cotas de rendimiento y lograr la superación personal. Hay para todos los gustos, porque a todos ellos se amolda esta disciplina.

La expansión del atletismo popular ha llevado consigo la generación de una terminología específica propia, plagada de tecnicismos y palabras de jerga, que no deja de crecer y enriquecer esta parcela del lenguaje deportivo. Así, a diferencia de los mediofondistas, que son más pisteros (compiten y se entrenan más sobre el tartán), los fondistas optan por carreras campo a través (crosistas) o por pruebas en ruta, que en su gran mayoría transcurren sobre superficies de asfalto (maratonianos o maratonistas y especialistas en medio o media maratón; aquí el género gramatical es ambivalente y se emplea al gusto del consumidor).

Especialmente particular ha sido el desarrollo del léxico en este tipo de competiciones, en las que, por un lado, se atrae la llegada de atletas de renombre mediante la concesión de premios a quienes logren bajar el récord de la prueba con la ayuda de liebres o sin ellas, mientras que, por otra parte, se premia el concurso de todos los públicos en sus diferentes categorías de edad con la concesión de bolsas del corredor (que incluyen camisetas, trofeos y avituallamiento), tras haber bajado su marca personal, haber doblado (cuando uno dobla, es que ha sido capaz de haber hecho el mismo tiempo tanto en la primera como en la segunda mitad de la carrera), o pese a haber pasado por el mítico y temido muro (especie de barrera psicológica y física que suele aparecer a partir del kilómetro 30 del maratón). 

Además, estas carreras suelen estar homologadas (cuentan con el reconocimiento oficial federativo de que la distancia está bien medida, aunque esto último no es ni mucho menos así siempre) y difieren en dificultad, tanto en función de la época del año en que se desarrollen (ya que, al ser outdoor o al aire libre, la meteorología es determinante) como, sobre todo, dependiendo del perfil (si el recorrido es llano, se considera una prueba idónea para hacer marca; si hay desniveles, es decir, rampas, rompepiernas o toboganes, se cataloga como dura porque tiene pendientes de las que pican).

Por otra parte, se encuentran las llamadas carreras de montaña, que se rigen por otros parámetros (para empezar no dependen de la Real Federación Española de Atletismo, sino de la de Montañismo) y, más allá de los 42,195 kilómetros, comienza el terreno abonado para los ultrafondistas, con pruebas que llegan a sobrepasar en algunos supuestos los cien kilómetros de recorrido y que se han granjeado con toda justicia la consideración de deporte extremo.

Pero la competición no es más que el desenlace de una etapa de preparación previa, más o menos larga y exigente, que suele venir programada por entrenadores y preparadores físicos en planes de entrenamiento concretos y ajustados a las características de cada corredor. Estos planes constan de unos objetivos, que son los tiempos a los que se aspira en la carrera en cuestión, en virtud de los cuales se trazan sesiones o rodajes de dificultad creciente. Hay días en que los atletas simplemente salen a rodar o a tirar millas, pero en muchos casos esto resulta insuficiente y se persigue aumentar el ritmo medio mediante entrenamientos específicos como las series de una distancia determinada para ganar velocidad y que suelen ir precedidas de un calentamiento y seguidas de una carrera de recuperación. A veces se opta por cambios de ritmo o por progresivos (carreras cortas en las que se acaba siempre al ritmo más alto).

La complejidad aumenta con la adopción de sistemas de entrenamiento que sirven para ordenar la práctica del acondicionamiento físico como el fartlek, voz sueca que designa a un tipo de carrera continua con cambios frecuentes de ritmo o intensidad. Normalmente, las semanas que preceden a la competición son las llamadas semanas de carga, es decir, en las que se acumula un mayor número de kilómetros. Igualmente, se habla de doble carga cuando se hacen dos entrenamientos un mismo día, y tras varias sesiones intensas o tras la fatiga muscular producida por una competición suele ser el turno del entrenamiento regenerativo.

Además, la paulatina popularidad de las carreras se pone de manifiesto también en la evolución de las prendas y accesorios deportivos que se consumen con fruición en un número cada vez mayor de tiendas específicas. A ellas el corredor acude en busca de una camiseta técnica (de material transpirable), un cortavientos, un pulsómetro con GPS, un buff (pañuelo multifuncional para proteger el cuello o la cabeza del frío o el calor), unos calcetines largos antifatiga, unos manguitos o unas zapas (versión argótica de 'zapatillas'), ya sean de competición, de entrenamiento o mixtas, ya sea con pisada neutra, pronadora (para corredores con tendencia a volcar el tobillo hacia dentro) o supinadora (hacia fuera). 

El vocabulario del corredor se ha extendido tanto en su uso entre aficionados que ya ha traspasado la frontera de la especialización y ha entrado a formar parte del acervo léxico común. La aportación terminológica de esta disciplina es tan rica y amplia que, una vez más, queda refrendada la capacidad del deporte para dar pie a la creación de vocablos y expresiones, y contribuir así al ensanchamiento del idioma.


(artículo publicado en idiomaydeporte.com)

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