Uno de los parámetros que definen con más claridad lo que puede ser considerado como 'periodismo de calidad' es, sin duda, la corrección idiomática y, dentro de ella, el uso preciso y adecuado que se hace del léxico en las piezas de información y opinión.
Pese a que algunos medios se esfuerzan por establecer mecanismos de control lingüístico de los contenidos como los libros de estilo, que se encargan también de recoger con anticipación las novedades que se producen en el idioma, a menudo son objeto de críticas por cometer impropiedades léxicas.
Estas incorrecciones, consistentes en usar palabras o expresiones existentes en nuestro idioma con significados equivocados, son comunes a todas las tipologías periodísticas, si bien proliferan más en aquellas áreas de especialización que están en contacto permanente con la lengua hablada de la calle, como es el caso del periodismo deportivo.
Entre las impropiedades léxicas más frecuentes en el lenguaje periodístico ligado al mundo del deporte, se encuentran los trasvases entre los significados de carecer (no tener) y adolecer (pecar de), cesar (lo hace uno mismo) y destituir (el damnificado no decide para nada), enfrentamiento y confrontación (comparación), aplazado (cuando un partido no ha comenzado) y suspendido (se detiene una vez empezado), o tiempo de prolongación (que se añade) y de descuento (que se resta).
Muchas veces los errores se producen entre palabras de grafía o pronunciación similar. De esta forma, los árbitros siguen señalizando (y no señalando) faltas, los rivales son más asequibles (que se pueden alcanzar o conseguir) que accesibles, los presidentes se sientan en el palco con sus homónimos (que en realidad son sus homólogos), y los equipos y deportistas se califican (se clasifican) para la siguiente ronda de una competición.
Otro tipo de impropiedad léxica es la que viene derivada de los falsos amigos. Así, se ha extendido el uso de muchas palabras con una nueva acepción tomada de voces extranjeras de escritura similar pero que, en realidad, no se corresponde con el significado que recoge el diccionario español. Así acontece, por ejemplo, con el adjetivo doméstico con el que, por influencia del inglés, se designa a una competición de carácter nacional o local ('domestic league'); o con versátil (que significa ‘voluble’ o ‘inconstante’) y no polivalente, acepción en su idioma original ('versatile player').
De cualquier forma, el uso acaba imponiéndose en muchos casos a los dictados académicos y, con el paso del tiempo, lo que originalmente era considerado como una impropiedad léxica deja de serlo desde el momento en que ciertos usos de palabras cuajan entre la población y se convierten en nuevas acepciones que acaban recogiendo los diccionarios.
Así ocurrió por ejemplo con la última edición del DRAE publicada en 2001, que acabó legitimando usos antes desestimados por la propia Real Academia, como pírrico, adjetivo, que además de mantener su sentido original (se aplicaba a las victorias que se conseguían con más pérdidas para el vencedor que para el vencido), pasó a significar también 'conseguido con mucho trabajo' o 'por un margen muy pequeño'; efectivo, que ya equivale a ‘eficaz’; emblemático, que pasó a ser sinónimo de ‘significativo’ o ‘representativo’; o explosivo, que se aplica habitualmente al jugador que ‘causa impresión’ o ‘llama poderosamente la atención’.
También ha evolucionado el término derbi, que si originalmente se refería solo a los ‘encuentros deportivos (primero hípicos y luego del ámbito futbolístico) entre equipos de la misma ciudad o de localidades próximas’ (derbi regional), ahora también se aplica a los ‘duelos deportivos de gran rivalidad’, tal como recoge el Diccionario panhispánico de dudas. No obstante, para esta nueva acepción, con la que se definirían partidos como el Real Madrid-Barcelona, algunos medios prefieren utilizar el americanismo clásico.
Como recuerda Leonardo Gómez Torrego en su obra Hablar y escribir correctamente (2006), "si hablamos de impropiedades, se debe exclusivamente a que son palabras cuyos significados en los diccionarios académicos no se corresponden hoy con los significados que algunos les confieren (...) Pero es evidente que algunas de ellas están ya tan extendidas en el uso que su desarraigo va a ser tarea difícil y quizá poco conveniente. Otras impropiedades, por el contrario, desprenden tal tufo de ignorancia y pedantería por parte de quien las usa que aconsejan su rechazo y condena".
En cualquier caso, el carácter dinámico y fluido del idioma exige una revisión periódica de los diccionarios, porque el uso entre personas y medios cultos será el que deba determinar que una acecpión deje de estar proscrita y pase a ser recogida como una innovación más del idioma. De momento, toca aguardar hasta la próxima edición del DRAE, la vigésima tercera, que no verá la luz hasta el año 2013, para salir de dudas y ponernos todos al corriente.
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