El periodismo deportivo sigue anclado en una visión androcéntrica de los acontecimientos, lo que le conduce, dentro de una dinámica en la que se privilegia el espectáculo futbolístico por encima de todo, a informar de noticias donde la mujer apenas aparece como protagonista y a utilizar, de manera muy habitual, un discurso verbal e icónico de corte sexista que refuerza la transmisión de estereotipos tradicionales y resta valor e importancia a los éxitos de las deportistas.
Así lo consideran Mercedes Bengoechea, Elida Alfaro y Benilde Vázquez, autoras de Hablamos de deporte. En femenino y en masculino, un manual de buenas prácticas para un uso no sexista del lenguaje en el ámbito deportivo que ha publicado recientemente el Instituto de la Mujer dentro de su colección 'Lenguaje' y en colaboración con el Consejo Superior de Deportes del Gobierno español.
Esta obra, cuya edición en línea ya se ha puesto a disposición de los ciudadanos, aboga por erradicar estilos verbales discriminatorios en el campo de la comunicación deportiva que se han valido de diversos mecanismos idiomáticos que producen ciertos efectos en el ideario colectivo y que, al tener un carácter acumulativo y retroalimentarse continuamente, acaban por invisibilizar el deporte femenino y adscribir esta actividad al mundo masculino.
Entre tales mecanismos, las autoras señalan el orden de aparición que prioriza a los hombres (lo que hacen ellos es más meritorio); denominación de mujeres por su nombre de pila a edades a las que a los hombres ya se les reconoce por el apellido (la mujer queda vinculada al ámbito familiar e íntimo); designación de las mujeres por las chicas, sea cual sea la modalidad, edad o categoría (condescendencia y minusvaloración); o la identificación de una deportista no como tal , sino por su relación familiar o amorosa o por sus cualidades estéticas (más que agentes del deporte se conciben como objeto sexual).
El manual ahonda en el análisis del lenguaje del deporte actual a través de la revisión de documentos y leyes elaboradas por organismos nacionales e internacionales que rigen la actividad físico-deportiva, así como ejemplos de textos periodísticos, imágenes y anuncios aparecidos en tanto en la prensa escrita como en los medios audiovisuales. Asimismo, se detiene en el empleo idiomático de textos en otros ámbitos relacionados con el deporte como el educativo, el técnico-profesional (entrenadores, árbitros, dirigentes y deportistas) o el de producción científica.
A partir de este estudio cualitativo, que expone cómo la mayoría de las instituciones u entidades del deporte todavía siguen empleando un lenguaje discriminatorio y alejado de la perspectiva de género que promueven las administraciones, la obra proporciona una serie de recomendaciones encaminadas a mejorar así la calidad lingüística, y por ende de los contenidos, de la comunicación deportiva.
Entre las orientaciones para un uso no sexista en el lenguaje deportivo, las autoras abogan por evitar el empleo de la voz mujer antes del título profesional (la deportista en lugar de la mujer deportista); no usar el masculino genérico para englobar a mujeres y hombres sino sustantivos abstractos (el equipo arbitral en vez los árbitros); y recurrir a la duplicación de formas femenina y masculina cuando sea necesario visibilizar la presencia de mujeres (entrenadoras y entrenadores).
Igualmente, apuesta por el empleo de términos femeninos para denominar profesionales (la árbitra, la oficiala) y términos y categorías del deporte (la alera, la alevina, la líbera), aunque en algunos casos aún no hayan sido recogidas por el Diccionario de la Real Academia (la pilota (o la piloto), la ayudanta, la miembra (también la miembro). Además, para evitar ambivalencias y posibles discriminaciones, advierten de la posibilidad de hacer uso de adjetivos invariables , esto es acabados en -e o en consonante (fuerte mejor que musculoso), y de términos comunes sin artículo o determinante (integrantes del equipo).
Además de enumerar una serie de expresiones androcéntricas que han de evitarse (el sexto hombre en baloncesto pasará a ser la sexta jugadora o, en fútbol femenino, el público que aplaude no será el jugador número 12 sino la jugadora número 12), las autoras incluyen un glosario terminológico para denominar correctamente tanto a hombres como a mujeres.
En este listado, calificado como "tentativo y temporal", se proponen como posibilidades algunos formas coloquiales (la/el pichichi, la chupona/el chupón), calificativos metafóricos (las galácticas), extranjerismos poco extendidos en español (la/el fielder, el/la bowler, el/la flanker o el/la umpire), e incluso términos y expresiones con un género abierto al cambio pese a que a día de hoy son poco comunes (la astro, la extrema derecha, la cerebro del equipo, la cinturón negro, la dorsal número once, la peso pesado, una crack) pero que, quizá en alguna de las futuras ediciones del DRAE, aparezcan ya recogidas como perfectamente válidas una vez se haya universalizado su uso.
Como aseveran Mercedes Bengoechea, Elida Alfaro y Benilde Vázquez, todas las denominaciones aquí propuestas "son producto de una búsqueda que permita expresar lo femenino y lo masculino en una sociedad que está recolocando en su imaginario y en el orden simbólico a hombres y mujeres". En este proceso también están llamados a participar los medios de comunicación.
Así lo consideran Mercedes Bengoechea, Elida Alfaro y Benilde Vázquez, autoras de Hablamos de deporte. En femenino y en masculino, un manual de buenas prácticas para un uso no sexista del lenguaje en el ámbito deportivo que ha publicado recientemente el Instituto de la Mujer dentro de su colección 'Lenguaje' y en colaboración con el Consejo Superior de Deportes del Gobierno español.
Esta obra, cuya edición en línea ya se ha puesto a disposición de los ciudadanos, aboga por erradicar estilos verbales discriminatorios en el campo de la comunicación deportiva que se han valido de diversos mecanismos idiomáticos que producen ciertos efectos en el ideario colectivo y que, al tener un carácter acumulativo y retroalimentarse continuamente, acaban por invisibilizar el deporte femenino y adscribir esta actividad al mundo masculino.
Entre tales mecanismos, las autoras señalan el orden de aparición que prioriza a los hombres (lo que hacen ellos es más meritorio); denominación de mujeres por su nombre de pila a edades a las que a los hombres ya se les reconoce por el apellido (la mujer queda vinculada al ámbito familiar e íntimo); designación de las mujeres por las chicas, sea cual sea la modalidad, edad o categoría (condescendencia y minusvaloración); o la identificación de una deportista no como tal , sino por su relación familiar o amorosa o por sus cualidades estéticas (más que agentes del deporte se conciben como objeto sexual).
El manual ahonda en el análisis del lenguaje del deporte actual a través de la revisión de documentos y leyes elaboradas por organismos nacionales e internacionales que rigen la actividad físico-deportiva, así como ejemplos de textos periodísticos, imágenes y anuncios aparecidos en tanto en la prensa escrita como en los medios audiovisuales. Asimismo, se detiene en el empleo idiomático de textos en otros ámbitos relacionados con el deporte como el educativo, el técnico-profesional (entrenadores, árbitros, dirigentes y deportistas) o el de producción científica.
A partir de este estudio cualitativo, que expone cómo la mayoría de las instituciones u entidades del deporte todavía siguen empleando un lenguaje discriminatorio y alejado de la perspectiva de género que promueven las administraciones, la obra proporciona una serie de recomendaciones encaminadas a mejorar así la calidad lingüística, y por ende de los contenidos, de la comunicación deportiva.
Entre las orientaciones para un uso no sexista en el lenguaje deportivo, las autoras abogan por evitar el empleo de la voz mujer antes del título profesional (la deportista en lugar de la mujer deportista); no usar el masculino genérico para englobar a mujeres y hombres sino sustantivos abstractos (el equipo arbitral en vez los árbitros); y recurrir a la duplicación de formas femenina y masculina cuando sea necesario visibilizar la presencia de mujeres (entrenadoras y entrenadores).
Igualmente, apuesta por el empleo de términos femeninos para denominar profesionales (la árbitra, la oficiala) y términos y categorías del deporte (la alera, la alevina, la líbera), aunque en algunos casos aún no hayan sido recogidas por el Diccionario de la Real Academia (la pilota (o la piloto), la ayudanta, la miembra (también la miembro). Además, para evitar ambivalencias y posibles discriminaciones, advierten de la posibilidad de hacer uso de adjetivos invariables , esto es acabados en -e o en consonante (fuerte mejor que musculoso), y de términos comunes sin artículo o determinante (integrantes del equipo).
Además de enumerar una serie de expresiones androcéntricas que han de evitarse (el sexto hombre en baloncesto pasará a ser la sexta jugadora o, en fútbol femenino, el público que aplaude no será el jugador número 12 sino la jugadora número 12), las autoras incluyen un glosario terminológico para denominar correctamente tanto a hombres como a mujeres.
En este listado, calificado como "tentativo y temporal", se proponen como posibilidades algunos formas coloquiales (la/el pichichi, la chupona/el chupón), calificativos metafóricos (las galácticas), extranjerismos poco extendidos en español (la/el fielder, el/la bowler, el/la flanker o el/la umpire), e incluso términos y expresiones con un género abierto al cambio pese a que a día de hoy son poco comunes (la astro, la extrema derecha, la cerebro del equipo, la cinturón negro, la dorsal número once, la peso pesado, una crack) pero que, quizá en alguna de las futuras ediciones del DRAE, aparezcan ya recogidas como perfectamente válidas una vez se haya universalizado su uso.
Como aseveran Mercedes Bengoechea, Elida Alfaro y Benilde Vázquez, todas las denominaciones aquí propuestas "son producto de una búsqueda que permita expresar lo femenino y lo masculino en una sociedad que está recolocando en su imaginario y en el orden simbólico a hombres y mujeres". En este proceso también están llamados a participar los medios de comunicación.
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