Es una exigencia para el periodismo estar al corriente de las últimas novedades que se producen en el idioma porque este es su principal herramienta de trabajo. Por ello, los nuevos usos de la lengua española, un todo vivo y cambiante y con multitud de variantes léxicas según el territorio de que se trate, obligan a los profesionales de los medios a una labor permanente de observación y capacitación para lograr una mayor precisión y corrección en sus mensajes.
De observación, porque los medios se han convertido en fedatarios públicos del idioma, al estar en contacto directo con la calle y ser los primeros en recoger y dar forma a vocablos y expresiones de nuevo cuño. De aprendizaje también porque incorporan a sus procedimientos habituales de producción de noticias mecanismos de vigilancia lingüística, encaminados a garantizar un uso adecuado y coherente de voces y frases que suscitan dudas, sobre todo aquellas que aún no han sido registradas en los diccionarios.
Dado que es imposible que estos trabajos normativos se actualicen a tiempo para dar una respuesta fidedigna a la nueva realidad idiomática, los medios de comunicación son los que de facto fijan el modelo lingüístico actual y sirven de campo de avanzadilla y experimentación para los académicos. Estos luego tendrán que decidir si una voz o una acepción determinada merece entrar en el DRAE, normalmente en función de lo extendido de su uso entre la población.
Cada vez que hay incorporaciones léxicas o semánticas al diccionario, que se suelen producir con motivo de la revisión o elaboración de una nueva edición de la obra (la próxima del DRAE está prevista para finales de 2014), el uso acaba imponiéndose en muchos casos a los preceptos establecidos. Tanto es así que, con el paso del tiempo, lo que originalmente llegó a considerarse por parte de los académicos como una impropiedad léxica deja de serlo en el momento en que los medios de comunicación propagan ciertos empleos de palabras que se generalizan entre la población y se convierten en neologismos de sentido. Así acaban siendo recogidos en los diccionarios.
Precisamente uno de los ámbitos de mayor 'cocción' de nuevos significados en palabras ya existentes en los últimos años ha sido el periodismo deportivo. Entre las voces que más han evolucionado en el lenguaje del deporte se encuentran: pírrico, derbi, efectivo, evento o descuento.
Así ocurrió con el adjetivo pírrico, cuyo significado original se aplicaba a las victorias que se conseguían con más pérdidas para el vencedor que para el vencido (un equipo de fútbol gana el partido pero pierde por lesión o sanción a cinco de sus titulares, que no podrán disputar el siguiente encuentro). Sin embargo, el DRAE de 2001 acabó legitimando el empleo de este vocablo con dos nuevas acepciones de 'conseguido con mucho trabajo o por un margen muy pequeño' y 'de poco valor o insuficiente, especialmente en proporción al esfuerzo realizado'. De esta forma, ya no solo hay victorias pírricas (las que se producen por la mínima diferencia de puntos o goles), sino que incluso puede haber empates pírricos (los que no le sirven a un equipo o selección para clasificarse para la siguiente ronda).
También ha evolucionado el término derbi, que originalmente se refería solo a los ‘encuentros deportivos (primero hípicos y luego del ámbito futbolístico) entre equipos de la misma ciudad o de localidades próximas’ (derbi regional), y ahora también se aplica a los ‘duelos deportivos de gran rivalidad’, tal como recoge el Diccionario panhispánico de dudas. No obstante, para esta nueva acepción, con la que se definirían partidos como el Real Madrid-Barcelona, algunos medios prefieren utilizar los americanismos clásico o superclásico.
Otra palabra que tenía un uso conflictivo, pero ante la cual los académicos han claudicado finalmente es efectivo. Aunque la efectividad no sea en su acepción primigenia sinónimo de ‘puntería’(un jugador no es efectivo sino eficiente cuando aprovecha bien las ocasiones de que dispone, del mismo modo que un equipo no es efectivo sino eficaz cuando tiene un elevado porcentaje de acierto), así lo han venido utilizando durante mucho tiempo los medios deportivos. Por el uso periodístico ‘efectivo’ pasó de significar solo ‘real o verdadero’, a equivaler también a ‘eficaz’. En un proceso similar emblemático pasó a ser sinónimo de ‘significativo’ o ‘representativo’, y explosivo empezó a aplicarse con naturalidad al jugador que ‘causa impresión’ o ‘llama mucho la atención’.
En medio del ‘tira y afloja’ entre medios de comunicación y la Academia, también la expresión tiempo de descuento terminó por encontrar acomodo en el diccionario. Aunque descuento está admitido en el DRAE como ‘período de tiempo que, por interrupción de un partido u otra competición deportiva, añade el árbitro al final reglamentario para compensar el tiempo perdido’, su empleo sigue generando controversia. Si bien los académicos entienden que al añadirse tiempo es porque se ha descontado previamente, lo más natural para estos casos sería decir o escribir prolongación, recuperación, alargue, añadido, tiempo suplementario o tiempo extra, tal como recomiendan la mayoría de libros de estilo.
También el diccionario acabó registrando evento con un sentido distinto al original en lengua española. Aunque eventual define a aquello que puede ocurrir o no, a lo incierto o imprevisto, este vocablo, por influencia del inglés, ha pasado a significar también ‘acaecimiento’. De hecho, la expresión ‘grandes eventos deportivos’ se ha convertido en una de las más comunes en el lenguaje periodístico deportivo. Aun así, muchos manuales de estilo y diccionarios de uso siguen recomendando emplear otros sustantivos más apropiados a la hora de referirse a un torneo o campeonato como acontecimiento, acto, cita o actividad.
A partir de estos ejemplos, vemos una vez más cómo el periodismo deportivo en lengua española sobresale por su creatividad y su capacidad de explorar todas las posibilidades expresivas del idioma ampliando su campo de acción hacia nuevas palabras y acepciones, y poniéndolas al servicio de la información y el entretenimiento en sus contenidos. Por ello, los académicos lo tienen muy en cuenta en las revisiones periódicas que hacen de su diccionario.
BIBLIOGRAFÍA
GÓMEZ TORREGO, Leonardo (2006). Hablar y escribir correctamente. Gramática normativa del español actual. Madrid: Arco Libros
GUERRERO SALAZAR, Susana (2002). Voces comentadas del español actual. Málaga: Editorial Sarriá
HERNÁNDEZ, HUMBERTO (2002). Una palabra ganada. La Laguna: Altasur Ediciones
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2005). Diccionario panhispánico de dudas. Madrid: Santillana
SECO, Manuel y OTROS (1999). Diccionario del Español Actual. Madrid: Aguilar
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