domingo, 25 de mayo de 2014

Álex Grijelmo: "Quizás el Libro de estilo de El País ha influido más de lo que nosotros mismos deseábamos"

Foto: Editorial Taurus.
En 1977 El País fue el primer diario español en contar con un libro de estilo. Inicialmente se trató solo de una especie de cartilla, de 32 páginas, que se estructuraba en cuatro capítulos: normas de redacción, presentación de originales, normas de estilo y un breve apartado de términos dudosos. En la introducción de aquella obra se decía lo siguiente: "Este Libro de Estilo es el fruto de la experiencia acumulada durante los siete primeros meses de vida del periódico. Es, por tanto, una obra inmadura aún, perfeccionable y sujeta a las sugerencias de todos los redactores. En tanto en cuanto no exista una edición revisada de este Libro de Estilo, las normas que en él se establecen se consideran no sujetas a discusión y de obligado cumplimiento". 

Pese a su brevedad, este manual confeccionado por Julio Alonso se convirtió en uno de los textos más influyentes en la historia del periodismo en lengua española. No solo fue el impulsor en España de la propia denominación de "libro de estilo" (la palabra "estilo", tal como señala Josep Maria Casasús, no define exactamente el concepto que después se ha desarrollado de forma más amplia en España y que procede de la traducción literal que hizo El País de los ‘stylebook’ anglosajones y que luego el resto de periódicos españoles emularon), sino que además despertó la necesidad de aplicar una nueva metodología de trabajo periodístico, fundamentada en una fuerte conciencia de la importancia de la ética profesional y en el compromiso por un uso correcto del idioma. 

Ese primer libro de estilo fue luego ampliado y actualizado en sucesivas reediciones, siendo el primero en salir de la propia redacción del medio para comercializarse en librerías y también el primero en llevar una versión gratuita a la web para darlo a conocer a todos los públicos. Sus planteamientos periodísticos abrieron el camino a otros muchos medios que siguieron sus pasos para dotarse de herramientas de este tipo con el objetivo de mejorar la calidad de sus informaciones y han sido hasta hoy objeto de estudio en las facultades de Periodismo.

La última edición de esta obra, la vigesimosegunda, acaba de publicarse hace tan solo unos días bajo la coordinación de Álex Grijelmo, quien se ha responsabilizado en estos dos últimos años de la revisión final tras los trabajos iniciados por el subdirector José Manuel Calvo y el exdefensor del lector José Miguel Larraya. De esta forma, Grijelmo, tras su paso por la presidencia de EFE, regresó al diario donde estuvo más de veinte años para culminar un encargo de la dirección y reencontrarse así con un 'viejo conocido', el mismo libro de estilo que él hizo crecer a lo largo de tantas ediciones hasta 2004.

Hemos contactado con Grijelmo, actualmente directivo de Prisa, con quien analizamos las claves de la historia del Libro de estilo de El País, así como las novedades que incorpora la reciente edición, deudora, como él mismo señala, de aquel texto pionero escrito por Julio Alonso hace 37 años.

- El País se convirtió en 1977 en el primer diario español en dotarse de un libro de estilo propio y en sentar las bases de trabajos similares realizados por medios de comunicación españoles y de otros países de habla hispana. ¿Qué supuso exactamente el lanzamiento de esta novedosa herramienta y por qué fue tan influyente en el resto de periódicos del momento?
 - Esa primera edición, de la que fue responsable Julio Alonso, entonces subdirector del periódico, tuvo una circulación restringida, pero alcanzó gran influencia en otros diarios, entre todo tipo de periodistas y también en las facultades y otros ámbitos relacionados con el periodismo y con la palabra.
Creo que esa influencia se debió a sus muchos aspectos novedosos que suponían un gran ejercicio de autocontrol y de autocrítica que entonces no se estilaba en España: la "fe de errores", las cartas al director con comentarios contrarios a lo publicado, la máxima de que "los rumores no son noticia"... Todo eso era impensable muy poco tiempo antes.
Por otro lado, todo lo que escribió Julio tenía una lógica aplastante, y contribuía a dignificar el oficio de periodista, a dotarlo de un sentido ético y de una responsabilidad que hasta ese momento no se había codificado en ningún manual de ese tipo en España. Esa dignificación del redactor empezaba por situar su firma en la primera línea, cuando entonces todo el mundo la colocaba siempre al final. Ahora nos parece normal, pero creo que eso fue revolucionario.
De todas formas, quizás el Libro de estilo de El País ha influido más de lo que nosotros mismos deseábamos. Sobre todo en asuntos lingüísticos y ortotipográficos. Se trata de un libro de estilo, no de una gramática ni de un diccionario válidos para el universo de hablantes del español. Es decir, hemos codificado unas normas para nosotros mismos, dentro de una serie de opciones válidas, según entendimos. Ahora bien, eso no significa que tales reglas se hayan de utilizar por todos los hablantes, todas las editoriales, todos los traductores... Si las adoptan, estupendo. Pero el objetivo consistía en unificar los criterios de cientos de redactores y colaboradores, de modo que no hubiera incoherencias entre ellos y no desconcertáramos al lector. Eso no significa que quisiéramos establecer un código universal, sino más bien uno de andar por casa, destinado solo a nosotros mismos; y que hacíamos público para conocimiento general, no para cumplimiento general. Hay quien se lo ha tomado como un libro normativo; y no, se trata solo del estilo que un diario se da a sí mismo. Con decisiones opinables y discutibles, por supuesto. Pero transparentes.

"Todo lo que escribió Julio Alonso en el primer Libro de estilo contribuía a dignificar el oficio de periodista, a dotarlo de un sentido ético y una responsabilidad que hasta entonces no se había codificado en ningún manual de ese tipo en España"

- Desde un principio, el Libro de estilo de El País se ideó como una obra viva e inacabada, que necesitaría de sucesivas puestas al día para mantener su vigencia y su credibilidad, como así ha ocurrido hasta hoy. ¿Cuáles han sido en todo este proceso evolutivo las principales mejoras introducidas en esta obra respecto a aquel manual embrionario concebido por Julio Alonso y continuada después por usted?
- No creo que se trate de mejoras, porque el libro original ya lo tenía todo. Es increíble, pero en apenas unas decenas de páginas se había compendiado la esencia de un periódico muy distinto de los demás en aquel momento. La primera revisión del propio Julio Alonso amplió la parte del vocabulario; y quizás en las sucesivas ediciones hemos definido más la parte de los principios generales. En esta última revisión, que ha implicado cambios profundos, se han incorporado respuestas éticas a problemas que Julio no podía ni imaginar cuando redactó la primera versión. Ni yo hace unos años, claro.

- Usted ha coordinado los trabajos de la última edición del Libro de estilo de El País, que actualiza la anterior gran revisión de 2004. ¿Diez años no ha sido esperar demasiado tiempo teniendo en cuenta los grandes cambios lingüísticos y tecnológicos que se están produciendo en la profesión?
- El que no haya salido a la calle una nueva edición no significa que se haya dejado de evolucionar en el periódico. La Intranet del diario ha venido incorporando nuevas palabras y normas al texto conocido en el exterior, y el redactor jefe Carlos Castro ha enviado periódicamente boletines a todos los redactores con distintas actualizaciones parciales. En eso han participado muchas personas, algunas de las cuales aparecen citadas en la introducción de este nuevo Libro de estilo. Quedaba por hacer la tarea de sistematización y edición final, con algunos capítulos añadidos, que es de lo que me he venido ocupando en los últimos meses desde la propia Redacción del diario.

- Entre las principales novedades de esta edición, se 'regula' por primera vez la cámara oculta y el derecho al olvido. ¿Por qué era preciso hacerlo?
- Sí, esas son algunas de las incorporaciones más importantes de esta nueva edición. Se trata de problemas que no se les planteaban a los redactores que solo trabajaban para un medio impreso, y que ahora les pueden surgir a menudo.
He conocido problemas terribles de personas a las que persiguen distintos actos o comentarios que se encuentran con facilidad en la Red, y que han dañado su vida personal o profesional injustamente. Y estoy pensando más en personas sin una actividad pública que en quienes desempeñan o han desempeñado un cargo. Se hace muy difícil 'legislar' en un diario sobre eso, desde luego, porque cada caso es un mundo y hay que analizarlo individualmente; pero creímos que se debe abrir una puerta, mediante la autorregulación, para que empecemos a ser conscientes del problema.
Lo mismo sucede con la cámara oculta, una práctica que ya generó hace dos años una sentencia crítica del Tribunal Constitucional. Creemos que en la actualidad hay muchos derechos de las personas que no están bien protegidos ante una eventual irresponsabilidad de los medios de comunicación. Intentamos al menos reducir los daños. Nuestras decisiones son discutibles, no lo niego, pero parten de la buena intención, de pensar en los derechos de los demás. Mejor ser garantistas en eso, creo.

Y luego están las novedades idiomáticas, entre las que sobresalen los neologismos procedentes de Internet. ¿Ha supuesto dificultad fijar recomendaciones en este sentido? Se lo pregunto porque en este ámbito hay muchos extranjerismos difícilmente evitables, difícilmente traducibles.
- Sí, a veces resulta difícil traducir esos términos. En tal caso, se pueden escribir (normalmente en cursiva) pero hace falta explicar su significado. Lo importante es que el lector no especializado no se sienta mal por no entender una palabra, o que abandone la lectura del texto por las barreras léxicas que pueda encontrar.

- Al ser una obra adaptada a los nuevos tiempos y a las nuevas exigencias de los lectores, ¿tiene previsto El País llevar a la web una versión digitalizada de la obra para que pueda ser consultada por cualquier ciudadano, tal como ocurrió en el año 2000?
- No puedo contestar a eso, lo desconozco. Por el momento, es un libro que se comercializará como cualquier otro, en librerías y en soportes electrónicos.

- Siendo El País un medio que apuesta por el mercado global en español, era inevitable incorporar también nuevas referencias del español de América, ¿no?
- Sí, estoy muy contento con eso. Creo mucho en aquello que, si no recuerdo mal, escribió el lingüista mexicano Antonio Alatorre: El idioma español es la suma de todas las maneras de hablarlo. El lector se encontrará bastantes palabras del español de América que se pueden escribir sin problema en El País, sobre todo aquellas que se entienden a la primera. Habría sido imposible precisar todas, pero se ha recogido una buena muestra. Es también una puerta que se abre, y por la que entrarán más términos.

- ¿Hace falta que los medios de comunicación españoles, que miran cada vez más a la red, adopten una visión más internacionalista del idioma y sean menos recelosos a la hora de utilizar americanismos? El español crece sobre todo por el flanco americano.
- No quisiera establecer normas generales. Insisto en eso muchas veces y a lo peor me paso de pesado. El Libro de estilo de El País sólo es obligatorio para El País. Pero en términos generales sí puedo recordar que los españoles somos solamente el 10% de los hablantes del español. Y que una palabra de nuestro idioma que se crea en México o en Argentina es tan de nuestra lengua como la que se invente en Salamanca. Mucha gente no sabe que verbos como "ningunear" o "auspiciar" o un sustantivo como "farra" (juerga) nacieron en América. Y son tan españoles como cualquier otro. Igual que "escrache", por cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario