Que una palabra no figure en el diccionario académico no equivale a pensar que no exista ni sea incorrecta, de la misma forma que no todas las voces recogidas en dicha obra por el hecho de estar ahí se deben emplear libremente, sin más. Hay que saber leer el diccionario (en él hay marcas de uso: vulgarismos, arcaísmos, coloquialismos,...), de la misma forma que hay que ser consciente de la obra académica es finita, en ella no cabe todo el español del mundo. Además, sigue un proceso que lleva tiempo para dar cabida a nuevos vocablos mientras el idioma se moldea a diario.
Igualmente, el diccionario no es un ente inmutable, sino que evoluciona porque lo hacen las palabras y expresiones que en él se incluyen. Estas tienen vida propia, hasta el punto que determinados usos y significados que en su momento fueron considerados como incorrecciones dejaron de serlo finalmente y acabaron siendo aceptados por la Real Academia de la Lengua Española.
Errores correctos es el nuevo libro del filólogo Alberto Gómez Font, quien durante 32 años, primero, en el Departamento de Español Urgente de la Agencia Efe y, después, en la Fundación del Español Urgente (Fundéu), de la que fue su coordinador general hasta el año 2012, se dedicó a cazar gazapos y estudiar el buen uso del idioma en los medios de comunicación. En esa etapa trabajó con muchos libros como obras de consulta, muy especialmente los manuales de estilo de ambos lados del Atlántico, los cuales mima y colecciona desde entonces, e incluso es autor y coautor de algunos de ellos.
"En esos 32 años conocí cómo funciona nuestra lengua y me di cuenta de que el purismo es contraproducente y de que hay que estar abierto a los cambios, pues muchos de los errores que corregí durante años hoy ya no son tales", señaló el propio Gómez Font en una entrevista en este blog hace cinco años tras ser
nombrado director del Instituto Cervantes en Rabat (Marruecos). Esta misma tesis es precisamente la que sostiene su último libro, donde analiza las correspondencias entre palabras que fueron ampliando o cambiando su significado o su ortografía al cabo de los años.
Así, en la última edición del Diccionario de la lengua española (2014) se dejó de señalar desde la Academia como incorrecto el uso transitivo del verbo cesar, hasta entonces solo intransitivo, sinónimo de "dimitir". Ahora ya equivale también a "destituir". Entre las nuevas entradas incluidas entonces apareció rechace, no como sinónimo de "rechazo", sino como palabra con un significado puramente deportivo que tiene usos registrados desde 1934. Curiosamente, muchos comentaristas deportivos siguieron diciendo "rechazo" al no advertir que "rechace" ya estaba en el diccionario.
También en la penúltima edición, en 2001, se refrendaba un uso de la expresión futbolística tiempo de descuento considerada como incorrecta: 'período de tiempo que, por interrupción de un partido u otra competición deportiva, añade el árbitro al final reglamentario para compensar el tiempo perdido'. Es decir, "restar" pasaba a significar en este contexto lo mismo que "añadir" porque previamente al añadido era un tiempo que se había restado.
En la lista de palabras en Errores correctos, el autor recuerda, por ejemplo, que pírrico (en su sentido original 'dícese del triunfo o victoria obtenidos con más daño del vencedor que del vencido') amplió su significado a partir de la edición del diccionario académico de 2001 con una nueva acepción ('de poco valor o insuficiente en proporción al esfuerzo realizado'), que era la que más venían utilizando los periodistas deportivos a pesar de haber sido señalada como no válida en diccionarios y manuales de estilo hasta ese momento.
Como afirma Alberto Gómez Font, "a veces hay verbos intransitivos que pasan a ser transitivos, como ocurrió con "cesar", y en otras ocasiones sucede justo lo contrario". Así, en 2001 calentar pasó a ser también intransitivo cuando significa, dicho de un deportista, 'realizar ejercicios de calentamiento'; o entrenar, que en el Diccionario panhispánico de dudas (2005), admite la construcción intransitiva que se va imponiendo en el uso actual: "entreno por la tarde" (en lugar de "me entreno por la tarde").
Hace tiempo que el "acontecimiento" se convirtió también en evento; que élite pasó a escribirse con tilde a pesar de que en francés, de donde proviene, es palabra llana; que entreno puede alternarse con "entrenamiento"; que rol se emplea como sinónimo de "papel" o "función"; o que versátil dejó de asociarse a lo negativo (decíase de la persona 'voluble o inconstante') para pasar a ser una cualidad positiva ('capaz de adaptarse con facilidad y rapidez a diversas funciones').
El dinamismo de las palabras nos exige hacer cada cierto tiempo una revisión de diccionarios y manuales de estilo; leer cuanto más mejor para conocer bien los mecanismos de la lengua española, nuestra principal herramienta de trabajo; tener una mentalidad abierta para tratar de comprender los cambios que en ella puedan producirse; y, llegado el momento, ser capaz de tomar decisiones adecuadas entre las distintas opciones que nos brinda el idioma.
Como señala la lingüista peruana Martha Hildebrandt, citada en el libro por Alberto Gómez Font: "La lingüística y la filología nos enseñan que lo correcto de hoy fue en muchos casos lo incorrecto de ayer, y viceversa. Basándonos en esa comprobada experiencia, podemos lícitamente suponer que lo incorrecto de hoy llegue a ser lo correcto de mañana: la lengua está en continuo fluir y las formas lingüísticas ascienden o descienden socialmente".
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