La presencia de voces foráneas en el lenguaje deportivo ha sido históricamente inevitable y paulatinamente creciente hasta copar hoy el caudal terminológico de la mayor parte de las modalidades sin que, en muchos casos, se hayan encontrado equivalencias en español que perduren y convenzan a deportistas, entrenadores, periodistas y aficionados.
La utilización masiva de anglicismos y, en menor medida, de galicismos (ciclismo, deportes aéreos, alpinismo, rugby, hípica o esgrima), ha convertido al lenguaje del deporte en un verdadero laboratorio de experimentación y conflicto idiomático en el que no siempre se han aplicado los mismos criterios de estandarización.
Así, mientras deportes como el boxeo se han decantado claramente por hispanizar su terminología (cuadrilátero, campana, golpes cruzado, asalto, golpe lateral) o como el fútbol, que optó desde un principio por la adaptación de formas extranjeras (gol, chut, penalti, córner), en otras modalidades, situadas también entre las de mayor éxito social como el baloncesto o los deportes de motor (sobre todo, la Fórmula Uno), prevalece el empleo de voces foráneas (pole, pit lane, safety car, drive through, graining).
En muchos casos, como acontece en el mundo del tenis, la pujanza de términos y expresiones inglesas en el lenguaje que utilizan los medios de comunicación relega a un segundo plano a sus correspondencias en español. De esta forma, el deporte de la raqueta ejemplifica cómo en muchas ocasiones la utilización de un extranjerismo suscita dudas y problemas, porque no parece estar justificada cuando ya existe en nuestro idioma un término para definir un concepto que no es nuevo (lo fue, evidentemente, en la gestación de sus primeras reglas, el Lawn Tennis del siglo XIX) y que cuenta con traducciones convencionalmente fijadas en los diccionarios.
Entre los anglicismos tenísticos más extendidos con equivalencia en castellano, se encuentran ace (saque directo, tanto directo), break (rotura de servicio, rotura de saque), deuce (iguales), drive (golpe natural, golpe de derecha), lob (globo), match ball (bola o pelota de partido), net (red), wild card (tarjeta de invitación, invitación), winner (golpe ganador) o tie-break (muerte súbita o desempate).
La tendencia a denominar jugadas o situaciones de un partido de forma ajena al español se agrava cuando leemos o escuchamos decir que el juez de silla le ha dado al tenista dos warnings (avisos) y ha decretado un let (repetición o bola nula), que se disputan los singles (individuales) de una eliminatoria de la Copa Davis, que los golpes tienen spin (efecto) o que un jugador tiene un swing (balanceo) particular.
No siempre se ha hallado solución desde dentro del idioma y, como consecuencia de ello, han acabado imponiéndose las voces importadas, o bien directamente (set convence más que manga, más propia del esquí; y servicio tanto o más que saque) o adaptadas a las formas de derivación en español (son comunes los verbos esmachar y, sobre todo, liftar, que es golpear con efecto la bola).
Todo ello demuestra una vez más que la elección entre una palabra extranjera y otra en español habrá que aplicarla a partir de dos criterios decisivos: por un lado, lo extendido de su uso entre la población y, por otro, el principio de la economía del lenguaje y el sentido común. Porque una traducción puede resultar poco rentable en términos de espacio, especialmente en los titulares de la prensa especializada, donde las palabras más breves, que son las más cotizadas, suelen ser las que proceden del inglés.
Además, no merecerá la pena 'forzar' una correspondencia en español para una voz extranjera que define a la perfección un concepto ya asentado entre los usuarios de una disciplina deportiva determinada, especialmente cuando su paso al español puede constituir una pérdida parcial de significado. Así, ocurre, por ejemplo con passing shot (passing para los puristas), que, según el caso, se traduce por golpe paralelo o golpe cruzado con el que un tenista rebasa al oponente que ha subido a volear a la red.
Del grado de aplicación de estos criterios dependerá finalmente que un extranjerismo resulte ser más necesario o más superfluo.
La utilización masiva de anglicismos y, en menor medida, de galicismos (ciclismo, deportes aéreos, alpinismo, rugby, hípica o esgrima), ha convertido al lenguaje del deporte en un verdadero laboratorio de experimentación y conflicto idiomático en el que no siempre se han aplicado los mismos criterios de estandarización.
Así, mientras deportes como el boxeo se han decantado claramente por hispanizar su terminología (cuadrilátero, campana, golpes cruzado, asalto, golpe lateral) o como el fútbol, que optó desde un principio por la adaptación de formas extranjeras (gol, chut, penalti, córner), en otras modalidades, situadas también entre las de mayor éxito social como el baloncesto o los deportes de motor (sobre todo, la Fórmula Uno), prevalece el empleo de voces foráneas (pole, pit lane, safety car, drive through, graining).
En muchos casos, como acontece en el mundo del tenis, la pujanza de términos y expresiones inglesas en el lenguaje que utilizan los medios de comunicación relega a un segundo plano a sus correspondencias en español. De esta forma, el deporte de la raqueta ejemplifica cómo en muchas ocasiones la utilización de un extranjerismo suscita dudas y problemas, porque no parece estar justificada cuando ya existe en nuestro idioma un término para definir un concepto que no es nuevo (lo fue, evidentemente, en la gestación de sus primeras reglas, el Lawn Tennis del siglo XIX) y que cuenta con traducciones convencionalmente fijadas en los diccionarios.
Entre los anglicismos tenísticos más extendidos con equivalencia en castellano, se encuentran ace (saque directo, tanto directo), break (rotura de servicio, rotura de saque), deuce (iguales), drive (golpe natural, golpe de derecha), lob (globo), match ball (bola o pelota de partido), net (red), wild card (tarjeta de invitación, invitación), winner (golpe ganador) o tie-break (muerte súbita o desempate).
La tendencia a denominar jugadas o situaciones de un partido de forma ajena al español se agrava cuando leemos o escuchamos decir que el juez de silla le ha dado al tenista dos warnings (avisos) y ha decretado un let (repetición o bola nula), que se disputan los singles (individuales) de una eliminatoria de la Copa Davis, que los golpes tienen spin (efecto) o que un jugador tiene un swing (balanceo) particular.
No siempre se ha hallado solución desde dentro del idioma y, como consecuencia de ello, han acabado imponiéndose las voces importadas, o bien directamente (set convence más que manga, más propia del esquí; y servicio tanto o más que saque) o adaptadas a las formas de derivación en español (son comunes los verbos esmachar y, sobre todo, liftar, que es golpear con efecto la bola).
Todo ello demuestra una vez más que la elección entre una palabra extranjera y otra en español habrá que aplicarla a partir de dos criterios decisivos: por un lado, lo extendido de su uso entre la población y, por otro, el principio de la economía del lenguaje y el sentido común. Porque una traducción puede resultar poco rentable en términos de espacio, especialmente en los titulares de la prensa especializada, donde las palabras más breves, que son las más cotizadas, suelen ser las que proceden del inglés.
Además, no merecerá la pena 'forzar' una correspondencia en español para una voz extranjera que define a la perfección un concepto ya asentado entre los usuarios de una disciplina deportiva determinada, especialmente cuando su paso al español puede constituir una pérdida parcial de significado. Así, ocurre, por ejemplo con passing shot (passing para los puristas), que, según el caso, se traduce por golpe paralelo o golpe cruzado con el que un tenista rebasa al oponente que ha subido a volear a la red.
Del grado de aplicación de estos criterios dependerá finalmente que un extranjerismo resulte ser más necesario o más superfluo.
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