sábado, 20 de julio de 2013

Carlos Jornet: "La incorporación de contenidos no noticiosos es positiva si ello no conduce a banalizar el trabajo periodístico"


Carlos Jornet es director periodístico del diario argentino La Voz del Interior desde hace quince años y, desde 2011, ejerce además la presidencia de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa). Autor del Manual de Estilo de La Voz (Manual de Principios, Valores y Estilos, 2006) y de Gestión Periodística (2008), es un experto en gestión y producción de contenidos periodísticos, una materia sobre la que ha impartido docencia en diversas universidades latinoamericanas y cursos de capacitación del Instituto de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Periodismodeportivodecalidad se ha puesto en contacto con él para conocer cuáles han de ser, a su juicio, las claves para una adecuada gestión de las redacciones de las empresas periodísticas en los tiempos de reestructuración integral que vive actualmente el sector, así como las herramientas necesarias para la consecución de un periodismo que sea creativo y de calidad a la vez que productivo y rentable en el nuevo ecosistema mediático. 

- La aparición de internet y, muy especialmente, el desarrollo de las redes sociales están transformando la manera de trabajar del periodista. ¿Cómo está afectando este cambio a los procesos de captación, selección, jerarquización y tratamiento de las fuentes de información en los medios? Ahora se corre mucho más que antes.
- La irrupción de las redes sociales no puede ni debe ser ignorada por los periodistas y los medios de comunicación,porque estas forman parte del diálogo social. Las redacciones deben incorporar la consulta sistemática a las redes como parte de sus rutinas, quizá asignando el seguimiento de distintas fuentes a cada uno de sus integrantes. Y sumarse al diálogo de manera equilibrada, sin exabruptos, sin entrar en polémicas estériles, aunque no eludiendo el debate sobre temas periodísticos. Otro aspecto importante es seleccionar, de toda la hojarasca que se vuelca a las redes, aquellos comentarios o informaciones que puedan convertirse en insumos del trabajo periodístico y, más importante aún, aplicar a este material los mismos criterios de contrastación que los que aplicamos a otras fuentes informativas. La urgencia que parece surgir de este acelerado intercambio de opiniones, datos y en muchos casos simples chismes o bromas, no debe llevarnos a publicar noticias no verificadas.

- ¿Cómo está incidiendo todo este proceso de cambio estructural en la prensa argentina?
- En Argentina, las redes sociales tienen una presencia muy significativa. Según un informe difundido en mayo último por la empresa Comscore, cinco de los mercados más activos del mundo en esta materia están en América latina, y Argentina es el segundo de estos, detrás de Brasil, con 10,2 horas por visitante al mes. A diferencia del mercado estadounidense, donde la social media ocupa el tercer lugar en tiempo de consumo, en nuestra región es la que más tiempo demanda, casi el doble del promedio mundial y más de tres horas por sobre el mercado europeo. Y ello tiene, indudablemente, impacto directo en la prensa argentina, que refleja este diálogo virtual en su flujo informativo.
Cada vez es más frecuente encontrar en diarios y canales de TV menciones de tuits o imágenes de páginas personales en Facebook. Asimismo, es intensa la actividad de periodistas y medios en esos sitios, aunque no siempre se ve una gestión adecuada por parte de estos actores. Algunos periodistas parece que usaran las redes para “jugar”, para entretenerse, sin aprovechar al máximo las posibilidades que estas brindan y, para peor, en muchos casos utilizando un lenguaje y un estilo impropio.

- Usted ha señalado en alguna ocasión que los diarios impresos seguirán existiendo, pero cada vez más para elites, y que la apuesta deberá ser progresivamente interactiva. ¿Significa esto que la gestión de las empresas periodísticas deben centrarse más en internet para sobrevivir?
- Claramente, el futuro será de los medios que desarrollen una inteligente estrategia multiplataforma. Que ya no pasa sólo por tener presencia en Internet, sino por estar muy activo en los móviles y, de acuerdo al segmento en que se mueve el medio, tener también presencia en otras pantallas, como tabletas y smartTV. Del modo en que se posicione el medio en cada una de estas plataformas, de cómo interactúe con sus audiencias y de cómo aprenda a complementar los distintos formatos, dependerá que pueda potenciar su vínculo con la sociedad, sin canibalizarse a sí mismo. La consigna de la hora es profundizar la convergencia, para que nuestros periodistas aprendan a comunicar sus conocimientos y datos sin estar condicionados por la plataforma que utilizan (aunque siempre deberá haber expertos en cada uno de los formatos) y al mismo tiempo acentuar la divergencia, es decir la diferenciación de contenidos en función de la audiencia a la que nos dirigimos y de las características específicas de cada plataforma. Los tiempos de replicar la misma información en papel, web y móviles nos condujeron a una competencia nociva entre estas plataformas y no dieron respuesta a las demandas de los usuarios.

- Luego ese necesario replanteamiento de los contenidos hacia una producción multiplataforma ¿ha de fundamentarse en abrir más espacios de participación ciudadana? ¿Cómo ha sido la estrategia de La Voz en este sentido?
- Los medios unidireccionales han muerto; el futuro es de aquellos que aprendan a dialogar con los ciudadanos, de aquellos que aprovechen la energía social. En La Voz del Interior iniciamos ese proceso hace ya seis años, cuando amanecían las redes sociales y, si bien hemos concretado avances importantes, nunca nos declaramos satisfechos, porque es un proceso de cambio cultural que, como es natural, genera resistencias y requiere permanentes impulsos.
Alentamos la participación de nuestros periodistas en las redes, reflejamos la actividad ciudadana en nuestras páginas y desde hace ya un tiempo tenemos un equipo de community managers para sistematizar el diálogo del diario y de sus sitios y productos con la sociedad. Pero las tendencias siguen cambiando y, por ende, nuestra estrategia también se adecua en forma permanente.

- ¿No comporta riesgos sumar contenidos no noticiosos, que haya cada vez más entretenimiento (espectáculo) y menos información? Esta es una tendencia cada vez más pronunciada en determinados medios especializados, como los deportivos.
- La incorporación de contenidos no noticiosos es positiva si ello no conduce a banalizar el trabajo periodístico. Hay nuevos intereses ciudadanos que durante mucho tiempo permanecieron fuera de la agenda informativa, y su incorporación, aunque tardía, atrajo a nuevos lectores y reforzó la fidelidad de los tradicionales. Pero, insisto, la información debe seguir siendo el eje de los medios noticiosos, con un natural refresco en materia de estilos y de formatos.

- ¿En qué medida está perjudicando toda esta aceleración de los procesos a la calidad de los contenidos? ¿En qué elementos entiende que ha de residir la calidad periodística?
- La aceleración y, en especial, la sobreabundancia de información (la infoxicación o infobesidad, como se la ha dado en llamar) pueden conducir a un fuerte deterioro de la calidad periodística. Por la multiplicación de errores, el abandono de principios éticos, por las deficiencias en la contrastación de datos. La gestión de las
redacciones debe basarse en una fuerte conciencia de estos riesgos y diseñar estrategias para mantener en alto la calidad de cada producto periodístico, sea un texto, una imagen fija (fotografía, ilustración o infografía), una imagen móvil (video o infografía animada) o un audio. Y, más allá de reforzar los controles, el esfuerzo debe volcarse a lograr calidad desde el origen, porque la dinámica informativa torna cada vez más difícil corregir lo que estuvo mal concebido o ejecutado desde un inicio.

- Y en medio de toda esta vorágine, ¿dónde quedan los libros de estilo? Parece que muchos se han olvidado de su existencia pese a que recogen los estándares éticos e idiomáticos que han de ser irrenunciables para el desarrollo de un periodismo de calidad.
- Por lo dicho, los libros de estilo deben estar más vigentes que nunca, aunque obviamente tienen ser actualizados, para acoger nuevas formas comunicativas, nuevos giros lingüísticos; para que no sean un corsé sino una guía de trabajo en búsqueda de la calidad.

- En el caso de La Voz, que fue pionero en la elaboración de un manual de estilo para la web, ¿tienen proyectado actualizar este texto para adecuarlo a los últimos acontecimientos?
- En nuestro caso, hemos ido adaptando el libro de estilo y acabamos de acordar con todo nuestro personal una Guía para el uso de redes sociales que, sin desalentar la utilización de estas, aporte a un mayor equilibrio y resguarde la credibilidad de nuestros periodistas y del medio en general.

- ¿Es preciso que un medio deba fijar unas normas para el uso de las redes sociales en lugar de que impere la lógica y el sentido común, tal como señalan voces críticas contra este tipo de manuales?
- La puesta en vigencia de la Guía para el uso de redes sociales no estuvo exenta de debates internos. Pero seguimos adelante luego de mantener una reunión donde hubo sectores que plantearon lo que se afirma en el interrogante: ¿para qué definir normas, si el sentido común es suficientemente orientativo? La mejor respuesta es revisar el timeline de Twitter de un día en que se realiza un partido de fútbol clave o cuando estalla una polémica política: muchos periodistas abandonan el sentido común y se enzarzan en cruces que suelen caer en bajezas de todo tipo. Y a veces lo hacen con aquellos a los que luego recurren como fuente de informaciones o con ciudadanos sin exposición pública, pero que terminan extrapolando esa imagen pendenciera o poco profesional al trabajo de toda una redacción. Nuestra guía no es punitiva, sino un ejercicio de reflexión colectiva respecto del posible impacto de un accionar incorrecto en un espacio que suele ser confundido con el ámbito privado pero que tiene una enorme repercusión pública.

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